Después de vagabundear un rato por las
calles, Santos Godino encuentra en la calle Progreso a un grupo de
chicos jugando. Se les suma sin despertar ninguna sospecha porque,
después de todo, su aspecto de idiota siempre le permitía ganar la
confianza de sus víctimas
Poco después consigue convencer a
Gerardo para que lo acompañe a comprar unos caramelos. Un rato antes y
sin éxito, invitó a Marta Pelossi, de 2 años de edad; pero la menor,
asustada, se refugió en su domicilio. Así pues, víctima y homicida se
encaminan sin apuro hacia el almacén ubicado en Progreso 2599, en donde
compran dos centavos de caramelos de chocolate. Enseguida el más chico
los reclama, pero Godino, imperturbable, resuelve dosificarlos: le
permite algunos, y le promete los demás si acepta acompañarlo hasta
cierto lugar alejado, la Quinta Moreno.
Una vez en la entrada, el chico llora y
se resiste a entrar. Pero el asesino lleva hecho demasiado, ni siquiera
vacila: lo agarra con violencia de los brazos, lo introduce en la quinta
y lo arrincona cerca de un horno de ladrillos. Lo derriba con fuerza y
lo aquieta poniéndole la rodilla derecha sobre el pecho. Godino conoce
el mecanismo: con apuro, pero sereno, se quita el piolín que lleva por
cinturón (se trata de esos lazos de algodón que se utilizan en
albañilería para sostener las plomadas), y empieza a enrollarlo en el
cuello de Gerardo, le da 13 vueltas y procede a estrangularlo. Pero
Gerardo intenta levantarse, así que Cayetano procede a atarle de pies y
manos cortando la cuerda con un cerillo encendido. De nuevo procede a
asfixiarlo con el cordel pero el chiquillo se resiste a morir. Una idea
perversa cruza de pronto por la mente de Cayetano: ¿Por qué no
atravesarle la cabeza con un clavo?
Uniendo la acción a la idea, el Petiso
se da a la tarea de encontrar la herramienta deseada, su búsqueda le
lleva al exterior del local en donde topa con el padre de Gerardo, quien
le pregunta por el paradero del niño; imperturbable, Cayetano le
responde no haberlo visto y le sugiere dirigirse a la comisaría más
próxima a levantar un reporte.
Mientras tanto el Orejudo encuentra un
viejo clavo de 4 pulgadas, regresa con él junto a su víctima, usando una
piedra como martillo lo hunde en la sien del niño moribundo y después
de cubrirlo con una vieja lámina de zinc huye de la escena del crimen.
Esa noche, durante la velación de su
víctima, Cayetano hace acto de presencia. Después de observar durante
algún tiempo el cadáver de Gerardo, Cayetano huye llorando del lugar.
Según declaró posteriormente, deseaba ver si el cadáver aun tenía el
clavo en su cabeza… Para su desgracia dos policías, el subcomisario
Peire y el principal Ricardo Bassetti, ya habían ligado cabos con casos
anteriores y esa misma madrugada se allanó el hogar de los Gordino
arrestando a Cayetano, encontrando en sus bolsillos un artículo de
periódico aún fresco que relataba los pormenores del asesinato y en sus
pantalones restos del piolín con que había intentado ahorcar a Gerardo.
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