Tras ser detenido confesó cuatro
homicidios y numerosas tentativas de asesinatos. En una primera
instancia, Santos Godino fue declarado irresponsable y se lo recluyó en
el Hospicio de las Mercedes, en el pabellón de alienados delincuentes,
donde atacó a dos pacientes. Uno estaba inválido en una cama. Otro se
movía en silla de ruedas. Después intentó huir.
Lo trasladaron a la Penitenciaría
Nacional de la calle Las Heras y finalmente, en 1923 se le trasladó al
penal de Ushuaia, la provincia más austral de la Argentina, a la “Cárcel
del Fin del Mundo”. En 1927 los médicos del penal le hicieron una
cirugía estética en las orejas, porque creían que allí radicaba su
maldad. Obviamente este tratamiento “radical” no sirvió de nada.
En 1936 pidió la libertad y se la
negaron: de los dictámenes médicos elaborados por los doctores Negri y
Lucero y los doctores Esteves y Cabred se concluye que:
“Es un imbécil o un degenerado hereditario, perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean”
De su vida de recluso se sabe poco.
Apenas alguna anécdota como la siguiente: en 1933 consiguió detonar la
furia de los presos porque mató al gato mascota del penal arrojándolo
junto con los leños al fuego; le pegaron tanto que tardó más de veinte
días en salir del hospital.
Las circunstancias de su muerte,
ocurrida en Ushuaia el 15 de noviembre de 1944 siguen siendo nebulosas.
Supuestamente murió a causa de una hemorragia interna causada por un
proceso ulceroso gastroduodenal, pero se sabe que había sido maltratado
y, con frecuencia, violentado sexualmente. Sobrellevó los largos días de
la cárcel, sin amigos, sin visitas y sin cartas. Murió sin confesar
remordimientos.
El penal de Ushuaia fue finalmente clausurado en 1947. Cuando el cementerio fue removido sus huesos ya no estaban.
fuente: http://www.latinoseguridad.com
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