martes, 19 de enero de 2016

Asesinos en Serie (Irma Grese [III])

Otros estimonios de algunas de las supervivientes decían, Irma Grese aprovechaba cuando las prisioneras estaban débiles físicamente por el durísimo trabajo que debían desarrollar en el campo, y en ese momento era cuando les lanzaba a los perros para que se las comieran vivas, algo a lo cual las mujeres no oponían resistencia, dado el cansancio extremo que sentían. Solia azotar con su látigo a las chicas que tenían los pechos grandes, para de este modo provocarles heridas, para que posteriormente se infectaran las mismas. Cuando las heridas ya estaban lo suficientemente infectadas, no quedaba otra que amputarles los pechos, sin anestesia, por lo que el sufrimiento de estas chicas jóvenes, debió ser verdaderamente aterrador. Irma Grese, se descojonaba de risa viendo como a las chicas les cortaban los pechos a rebanadas, y no solo eso, si no que se tocaba y se excitaba sexualmente, con dicho sufrimiento. La práctica de deporte en los campos de exterminación donde ella ejerció como supervisora, era también muy habitual. Les obligaba a hacer flexiones durante horas, y a la más mínima que una de las reclusas se pusiera a descansar, las azotaba con el látigo, y sangrando, las obligaba a continuar realizando dicha práctica física. Así mismo Grese, obligaba a las internas a sostener piedras muy pesadas con sus propias cabezas, durante horas. Pobre de la mujer que se le cayera la piedra, cuando eso sucedía con fusta de equitación en mano, las golpeaba brutalmente.
Al parecer, cada día ella elaboraba una lista con el número total de víctimas a matar y o torturar durante esa jornada, y hasta que no acababa la faena no se iba a cenar.
Era llegar Irma Grese al campo de exterminio, y todas las reclusas se ponían a temblar, pensando que en ese día la desdichada iba a ser una de ellas. A Grese le gustaban mucho las guapas, o las menos feas, ya que en aquellas condiciones de insalubridad, era evidente que la belleza de aquellas mujeres estaba muy tocada. Sin embargo, cualquiera de ellas que conservara algo de belleza, era la seleccionada por Grese. Ella se regodeaba viendo el terror en los ojos de aquellas mujeres, ya que de verdad, esta chica carecía absolutamente de cualquier tipo de piedad hacia ellas.
Con sus dientes relucientes, sonreía viendo a la desdichada elegida, como se desangraba ante sus morros, y no dudaba en introducir la punta de la fusta, en las heridas ya abiertas, para que el sufrimiento y el dolor de su víctima, fuese mayor. Algunas veces, tras pasar lista, "El Ángel de la Muerte" seleccionaba a un nutrido grupo de reclusas, tales como 300 por ejemplo, y las introducía a todas en el interior de un pequeño habitáculo, y ordenaba a los guardias que cerraran las puertas de dichos habitáculos, con clavos, a modo de que no pudieran escapar. En el interior de esas habitaciones, las mujeres se agolpaban completamente apelotonadas unas con otras, casi sin oxígeno, y las dejaba sin comida y sin bebida. Estas mujeres, acabarían posteriormente en las cámaras de gas, siendo vilmente ejecutadas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario