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Retomando la historia negra del
emperador, también en el año 39 se dio un grave deterioro de las
relaciones entre Calígula y el Senado, pues éste último se había
acostumbrado a una relativa autonomía, hasta que llegó Calígula y todo
cambió. Los senadores se constituyeron así en una resistencia política
para el emperador. Tenía que liquidarlos, ¿pero cómo?… En el punto de
decadencia moral que Calígula había alcanzado, la respuesta no fue
complicada: revisó los casos de traición acontecidos durante el gobierno
de Tiberio, y en base a esos documentos hizo interpretaciones
exageradas y arbitrarias para decir que muchos senadores no eran
confiables, mandándolos a ejecutar. Cualquier cosa bastaba para ser
acusado por delitos de lesa majestad, y así muchos senadores fueron
marcados con fuego, enviados a trabajar a minas o a reparar carreteras,
encerrados en jaulas (en cuatro patas, para humillarlos más), lanzados a
los feroces leones, abiertos en canal con sierras o, si tenían suerte,
simplemente enviados a correr detrás de su carroza, u obligados a
permanecer de pie mientras él comía deliciosos manjares y se reía
viéndolos sufrir hambre y sed.
Pero las humillaciones sufridas por los
senadores no se limitaban a lo descrito anteriormente, pues ellos, y
algunos otros miembros de la alta sociedad, padecieron la degradación
sexual sin precedentes que Calígula impuso para conseguir más dinero. De
ese modo, muchas habitaciones del palacio fueron convertidas en
secciones de un gigantesco aparato estatal de prostitución de lujo,
donde las esposas, las hermanas, y las hijas de los senadores y de otros
infortunados, ofrecían sus bellos cuerpos ―recuérdese que los hombres
adinerados solían conseguir mujeres bellas y tener hijas bellas― a
elevadísimos precios, que los clientes frecuentemente pagaban con dinero
que los mismos esposos, padres o hermanos de las prostituidas, eran
obligados por Calígula a prestarles…
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