En los tiempos de la reina de Asiria
Semíramis, Tisbe, la más bonita de las
doncellas, era amada por Píramo, apuesto
príncipe que habitaba en la tierra
vecina.
Los padres de ambos, enfadados por ancestrales desavenencias, se opusieron al amor de los jóvenes, lo que no impidió que éstos siguieran amándose y que decidieran huir, dándose cita bajo una morera situada junto al mausoleo de Nino.
La primera en llegar fue Tisbe, con su rostro cubierto por un velo, pero apareció una fiera leona y Tisbe, asustada huyó, y perdió su velo, que la leona recogió con sus dientes, aún ensangrentados por haber comido un buey.
Píramo, al encontrar el velo manchado de sangre y destrozado por la fiera, creyó que su amada había muerto. Y, sintiéndose culpable del destino de Tisbe se dio muerte con su espada. Al regresar Tisbe, recuperada, vio el cuerpo sin vida de su amante y clavó la espada de Píramo en el suyo. La sangre tiñó la morera y desde entonces el fruto se volvió de un color negro púrpura.
Los padres de ambos, enfadados por ancestrales desavenencias, se opusieron al amor de los jóvenes, lo que no impidió que éstos siguieran amándose y que decidieran huir, dándose cita bajo una morera situada junto al mausoleo de Nino.
La primera en llegar fue Tisbe, con su rostro cubierto por un velo, pero apareció una fiera leona y Tisbe, asustada huyó, y perdió su velo, que la leona recogió con sus dientes, aún ensangrentados por haber comido un buey.
Píramo, al encontrar el velo manchado de sangre y destrozado por la fiera, creyó que su amada había muerto. Y, sintiéndose culpable del destino de Tisbe se dio muerte con su espada. Al regresar Tisbe, recuperada, vio el cuerpo sin vida de su amante y clavó la espada de Píramo en el suyo. La sangre tiñó la morera y desde entonces el fruto se volvió de un color negro púrpura.
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