La siguiente víctima fue Mary Guilfoyle 
de 24 años. Herbert Mullin la recogió tras verla hacer auto-stop y 
cuando sintió que había ganado su confianza y la chica se había 
relajado, detuvo el automóvil con alguna excusa, le pidió que saliera un
 momento y entonces la apuñaló frenéticamente hasta extinguir su vida. 
Después llevó el cadáver a una colina, lo desmembró, le abrió el 
estómago, inspeccionó sus vísceras y permaneció un rato estudiando sus 
órganos para luego marcharse y dejar los pedazos del cadáver yaciendo 
sobre la colina.
Cuando el cuerpo de Mary fue encontrado,
 se creyó erróneamente que era víctima de Edmund Kemper, otro asesino en
 serie que atacaba en el área en aquel entonces. Debido a que los restos
 de la víctima no fueron encontrados hasta después de varios meses, la 
Policía no relacionó su muerte con la del vagabundo. En cuanto a los 
motivos que le impulsaron a realizar el asesinato, además de lo de los 
sacrificios, había algo especial: su madre, hace no mucho, le había 
obsequiado un libro del pintor Miguel Ángel para inspirarlo a canalizar 
sus problemas psicológicos a través del arte. Desde pequeño, Herbert 
había mostrado habilidad para el dibujo y la pintura. Allí, a través de 
las páginas del libro sobre el arte de Miguel Ángel, Herbert llegó a la 
conclusión de que Miguel Ángel había alcanzado tal grado de excelencia 
en la representación del cuerpo humano como una consecuencia del estudio
 meticuloso de la anatomía humana que el gran pintor efectuaba en todas 
aquellas horas en que diseccionaba cadáveres. Eso, para él, era una 
señal muy clara: en su próxima misión, él debía diseccionar un cadáver. 
Tras sólo cuatro días, el jueves 2 de noviembre, Herbert cobró su 
tercera víctima. Esta vez se trataba del Padre Henri Tomei, un sacerdote
 católico de 65 años. Aquel día, un Día de Difuntos, Herbert había 
aprovechado para, después de estar bebiendo y drogándose, ir a confesar 
sus pecados en la Iglesia Santa María y, de una vez, pedir fuerzas para 
no volver a matar. En un inicio creyó que la iglesia estaba vacía pero 
luego, tras darse cuenta de que había un cura en el confesionario, fue y
 empezó a confesar sus pecados. Al comienzo todo fue normal; pero, 
apenas hubo transcurrido un corto tiempo, Herbert tuvo alucinaciones 
auditivas en que el sacerdote le decía que debía honrar padre y madre, 
que su padre le pedía que mate gente y que él se ofrecía como 
sacrificio. Entonces Herbert perdió el control, le forzó a salir del 
confesionario y lo apuñaló salvajemente (tan salvajemente que, tras 
hallarse el cadáver, muchos pensaron en la obra de un culto satánico).
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