Por otro lado, apenas pasado un día del
asesinato y sin que Delfina alcanzara a esconderse como le había
sugerido María de Jesús, agentes de la ley clausuraron el Guadalajara de
Noche creyendo que Ramón Torres había muerto allí. Según se cuenta, la
clausura fue efectuada de tal manera que más de 20 mujeres quedaron
atrapadas sin agua y sin luz, aunque María de Jesús planificó un escape
con vistas a un posterior alojamiento en una casa que su hermana Delfina
conservaba en San Francisco del Rincón.
Ya en San Francisco del Rincón, las
esclavas de "Las Poquianchis", forzadas en gran parte a obedecer por el
temor a los secuaces masculinos de sus amas, permanecieron seis meses en
deplorables condiciones, comiendo apenas como para sobrevivir.
Entre los terribles episodios suscitados
en San Francisco, se cuenta que, al cuarto día, una de las trabajadoras
sexuales, llamada Adela Mancillas, contó a María de Jesús que su
hermana mantenía relaciones sexuales con un perro salchicha… Y el
susodicho contacto terminó enfermando a la mujer y haciéndole tener
diarrea, llegando a estar moribunda solo para ser asesinada a palazos
por su propia hermana, Adela Mancillas…
Volviendo al punto de la escaza
alimentación de las prostitutas, esto ocasionó que muchas se volvieran
cadavéricas y poco atractivas para los clientes, por lo que fueron
ejecutadas, en tanto que otras murieron naturalmente tras contraer
enfermedades a causa de la debilidad inmunológica ocasionada por la
desnutrición…
En este nefasto escenario de torturas y
humillaciones, la figura más temida por las muchachas era Hermenegildo
Zúñiga Maldonado alias "Capitán Águila Negra", quien había sido capitán
del Ejército, cliente asiduo del negocio, y era en aquellos días el
amante de Delfina y el gran verdugo y torturador. Él llevaba a las
muchachas inútiles o rebeldes al rancho San Ángel, donde las dejaba
morir de hambre y después incineraba sus cadáveres tras rociarles
gasolina
El 6 de enero de 1964, "las Poquianchis"
se sentían cercadas por la persecución policial y llevaron a sus
esclavas al rancho San Ángel, donde apenas habían tres cuartos. Si
alguna intentaba escapar, la muerte le sobrevendría de inmediato: esa
fue la amenaza, pero el 12 de enero de ese mismo año, Catalina Ortega
escapó, llegó hasta la procuraduría de León, y denuncio el cúmulo de
atrocidades que cometían las hermanas González Valenzuela.
Tras recibir la denuncia, se envió un
contingente encabezado por el comandante Miguel Ángel Mota, antiguo
cliente del Guadalajara de Noche. Al llegar, detuvieron a Delfina y
María de Jesús y las enviaron a la procuraduría, donde fueron
interrogadas, mientras los agentes inspeccionaban la granja y
encontraban los cadáveres de noventa mujeres, junto a muchos fetos
calcinados…
Posteriormente y tras sufrir el escarnio
popular y ser víctimas de un intento fallido de linchamiento, las
hermanas fueron trasladadas a la cárcel de Irapuato (en Guanajuato),
donde estuvieron mientras se efectúo un proceso judicial inundado por
las acusaciones de las esclavas sexuales que tuvieron trabajando como
prostitutas. En cuanto a María Luisa, la menor de las
hermanas, creyó que estaba a salvo porque un juez la había declarado
inocente de los cargos que se imputaban a sus dos hermanas; aunque,
cuando ésta acudió a Irapuato a brindar su apoyo moral en el juicio, se
la acusó de ritos satánicos y brujería con cadáveres y finalmente
también se la terminó condenando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario