lunes, 18 de enero de 2016

Asesinos en Serie ("Las Poquianchis" [III])

Por otro lado, apenas pasado un día del asesinato y sin que Delfina alcanzara a esconderse como le había sugerido María de Jesús, agentes de la ley clausuraron el Guadalajara de Noche creyendo que Ramón Torres había muerto allí. Según se cuenta, la clausura fue efectuada de tal manera que más de 20 mujeres quedaron atrapadas sin agua y sin luz, aunque María de Jesús planificó un escape con vistas a un posterior alojamiento en una casa que su hermana Delfina conservaba en San Francisco del Rincón.
Ya en San Francisco del Rincón, las esclavas de "Las Poquianchis", forzadas en gran parte a obedecer por el temor a los secuaces masculinos de sus amas, permanecieron seis meses en deplorables condiciones, comiendo apenas como para sobrevivir.
Entre los terribles episodios suscitados en San Francisco, se cuenta que, al cuarto día, una de las trabajadoras sexuales, llamada Adela Mancillas, contó a María de Jesús que su hermana mantenía relaciones sexuales con un perro salchicha… Y el susodicho contacto terminó enfermando a la mujer y haciéndole tener diarrea, llegando a estar moribunda solo para ser asesinada a palazos por su propia hermana, Adela Mancillas…
Volviendo al punto de la escaza alimentación de las prostitutas, esto ocasionó que muchas se volvieran cadavéricas y poco atractivas para los clientes, por lo que fueron ejecutadas, en tanto que otras murieron naturalmente tras contraer enfermedades a causa de la debilidad inmunológica ocasionada por la desnutrición…
En este nefasto escenario de torturas y humillaciones, la figura más temida por las muchachas era Hermenegildo Zúñiga Maldonado alias "Capitán Águila Negra", quien había sido capitán del Ejército, cliente asiduo del negocio, y era en aquellos días el amante de Delfina y el gran verdugo y torturador. Él llevaba a las muchachas inútiles o rebeldes al rancho San Ángel, donde las dejaba morir de hambre y después incineraba sus cadáveres tras rociarles gasolina
El 6 de enero de 1964, "las Poquianchis" se sentían cercadas por la persecución policial y llevaron a sus esclavas al rancho San Ángel, donde apenas habían tres cuartos. Si alguna intentaba escapar, la muerte le sobrevendría de inmediato: esa fue la amenaza, pero el 12 de enero de ese mismo año, Catalina Ortega escapó, llegó hasta la procuraduría de León, y denuncio el cúmulo de atrocidades que cometían las hermanas González Valenzuela.
Tras recibir la denuncia, se envió un contingente encabezado por el comandante Miguel Ángel Mota, antiguo cliente del Guadalajara de Noche. Al llegar, detuvieron a Delfina y María de Jesús y las enviaron a la procuraduría, donde fueron interrogadas, mientras los agentes inspeccionaban la granja y encontraban los cadáveres de noventa mujeres, junto a muchos fetos calcinados…
 Posteriormente y tras sufrir el escarnio popular y ser víctimas de un intento fallido de linchamiento, las hermanas fueron trasladadas a la cárcel de Irapuato (en Guanajuato), donde estuvieron mientras se efectúo un proceso judicial inundado por las acusaciones de las esclavas sexuales que tuvieron trabajando como prostitutas. En cuanto a María Luisa, la menor de las hermanas, creyó que estaba a salvo porque un juez la había declarado inocente de los cargos que se imputaban a sus dos hermanas; aunque, cuando ésta acudió a Irapuato a brindar su apoyo moral en el juicio, se la acusó de ritos satánicos y brujería con cadáveres y finalmente también se la terminó condenando.


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