viernes, 20 de noviembre de 2015

Leyendas en Catalunya (El Gran Teatre del Liceo [II])

Se dice que el famoso Liceu de Barcelona es un edificio maldito ya que en este lugar se llevaban a termino las ejecuciones durante la edad media. Antes era un convento trinitario, cuando los franceses a principio del s. XIX derrumbaron el edificio encontraron gran cantidad de monjes emparedados.
La Sociedad Cultural Liceo Filarmónico Dramático Cultural Barcelonés se creó en 1837 con el objetivo de obtener recursos para la milicia nacional.
En 1835 el convento se quemó y quedo totalmente destruido, los monjes muertos se enterraron allí mismo, como era costumbre. Tras estos acontecimientos y con el paso del tiempo, el inmueble se utilizó como almacén para las tropas napoleónicas y después como club político liberal. Cuando ya estaba todo reconstruido, el edificio volvió a ser pasto de las llamas.
Cuando se compró el solar para edificar el Liceo, los rumores hablaban que el lugar estaba maldito. Había pertenecido desde el siglo XVI a un convento de monjas trinitarias descalzas que se dedicaban a curar almas en pena.
Dos de los episodios más conocidos de la historia del Liceo son, sin duda, el incendio de 1861 y el atentado de 1893. Pero poca gente sabe que estas dos tragedias coinciden con las dos primeras profecías de las tres que se hicieron sobre el Liceo cuando todavía era el convento de los Trinitarios.
Quizá el creador del Liceo, el arquitecto Miquel Garriga i Roca, desconocía lo que se hallaba bajo sus pies, en los cimientos; para muchos, las almas de los trinitarios todavía estaban allí y el lugar estaba maldito.
La construcción del nuevo Liceo finalizó el año 1847. Tuvo una época de esplendor, aunque por desgracia duró poco. Catorce años después, en 1861, se volvió a quemar. Como si fuese una pesadilla las gentes insistían en que el lugar estaba maldito para siempre.
La imaginación popular hizo del incendio un misterio, y corrieron los rumores de que se trataba de un castigo divino por haber convertido el convento en un teatro. En los días posteriores a la tragedia se comentaba que, entre las cenizas se había encontrado un papel donde había escrito: "Soy búho y voy solo, si lo volvéis a levantar, lo volveré a quemar". Todos pensaron que la representación de un baile de Carnaval fue la que reactivó la maldición, pues los trinitarios consideraban todo ello como demoníaco.
Tras un año de reconstrucción, gracias al aporte de los más potentados económicamente, el Liceo volvió a abrir sus puertas en 1862 y continuó con su placida existencia hasta que, treinta y dos años después, se cumplió la segunda profecía.
El 7 de octubre de 1893, un anarquista, Paulino Pallás, arrojó una bomba en un acto terrorista e hirió al capitán general Martinez Campos. Un mes después, otro anarquista, Santiago Salvador, lanzó dos bombas durante la representación de la ópera "Guillermo Tell". Uno de los artefactos explotó en la fila 13, y causó veinte muertos y más de cincuenta heridos. La segunda bomba cayó en la falda de una señora, también en la fila 13, pero no explotó. La señora Cardellac no se dio cuenta, porque ya estaba muerta.
Pero ya casi en nuestros días, cuando la maldición parecía haberse dormido, en el mes de febrero de 1994, el Liceo volvió a quemarse.


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