Bundy podría considerarse un ejemplo
claro de lo que sería un asesino en serie psicópata. No sólo por haber
sufrido una infancia traumática, sino porque además su aspecto inspiraba
siempre confianza a las víctimas. Si bien al principio cometía sus
crímenes por la noche guardándose de un posible testigo que pudiese
identificarlo ante un tribunal, poco a poco se iría confiando y
abordaría a las futuras víctimas por el día.
Apoyado en su atractivo y su carismática personalidad, se paseaba por los supermercados pidiendo ayuda a mujeres jóvenes para conducir su coche Wolkswagen, fingiendo que tenía un brazo roto y sin que éstas sospechasen lo más mínimo que hablaban con su futuro asesino.
Tras sus primeros crímenes, Bundy
comienza a viajar por una buena parte del país: Washington, Utah,
Colorado y Florida, dejando a su paso una serie de crímenes y
secuestros.
Es arrestado una primera vez el 16 de
agosto de 1974 en Utah tras ser identificado por una mujer que meses
antes había intentado secuestrar. Se le condena a cumplir una pena de
prisión en Colorado, pero logra escaparse antes de ser encerrado y
desaparece durante más de dos meses. Dos meses que le servirían para
seguir cometiendo espeluznantes crímenes, esta vez tres jóvenes entre
las cuales una tan sólo contaba con 12 años.
Es nuevamente detenido en Florida. En el juicio, él mismo se defendería
en tanto que abogado, apoyado por un grupo de jóvenes “fans” que
reclamaban su inocencia ante las puertas del Juzgado. A pesar de todo,
la prueba irrefutable que lo culpó, la aportaría un odontólogo forense,
tras comparar las marcas de unos mordiscos en uno de los cadáveres con
los dientes de Bundy. Evidentemente ambos moldes coincidían. Después de
seis horas de deliberación, el jurado lo condenaría al corredor de la
muerte por 14 homicidios de primer grado…
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