sábado, 17 de octubre de 2015

Leyendas en Catalunya (La Bruja de la Catedral de Girona)

Cuando llueve, el inmenso tejado de la catedral recibe grandes cantidades de agua que acabarían derrumbando el techo si no se desviase fuera de la superficie. En los edificios góticos, esta tarea de aligerar los tejados del agua de la lluvia se encomendaba a un tipo de canales de piedra, salientes, llamados gárgolas, que, desde el final de los pendientes de las tejas recogían el agua y la enviaban directamente a la calle. Estas gárgolas a veces eran puramente funcionales, pero otras veces tenían decoraciones vegetales o tenían forma de animales, monstruos o personas.
En  la catedral de Girona las gárgolas, bastante numerosas, no tienen figura humana, con una sola y extraña excepción: al lado de la torre de Carlemany, saliendo directamente de la pared, una mujer de piedra, con larga vestimenta, con la cabeza cubierta y un rollo de papel o pergamino en las manos, abre perpetuamente su boca para vomitar las aguas de mil lluvias. Esta singularidad, la de ser la única figura humana entre todas las gárgolas, le ha dado un carácter misterioso que, con el tiempo, ha generado una de las leyendas más conocidas de Girona: la Bruja de la catedral.

 Hace muchísimos años, en la ciudad de Girona, vivía una vieja de la que se comentaba entre el pueblo que era una bruja. Aseguraban que volaba por los aires y un vecino afirmó que una noche que se le cruzó un gato negro, le tiró una piedra golpeándole la cabeza y que al día siguiente la vieja aparecía con la frente vendada, la misma zona de la cabeza donde el gato fue golpeado, por lo que se creía que tenia la capacidad de transformarse por las noches.

Esta mujer, tiraba piedras en las paredes de la catedral de la ciudad, soltando blasfemias y riéndose a mandíbula abierta, cantando mientras se iba coplas obscenas. Los ataques con piedras a los muros de la catedral sucedían siempre a la misma hora, después del Ángelus, cuando los vecinos estaban en sus casas y no se veía un alma por las calles.

Cuenta la leyenda, que un buen dia Dios, indignado por la actitud blasfema de la bruja, quiso castigarla y la convirtió en una gárgola de piedra, quedando pegada y empotrada en uno de los contrafuertes del claustro, cerca de la llamada torre de Carlomagno. Al día siguiente, los vecinos de la ciudad pudieron contemplar como había surgido en el muro la deforme figura de piedra y reconocieron en sus rasgos a la vieja. Así acabaron los temores de que la bruja empleara sus malas artes y poderes mágicos contra ellos. Como castigo, acabó siendo parte para siempre del objeto de sus maldades.

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