miércoles, 16 de septiembre de 2015

El sexo en la Historia (Roma [I])

La sociedad romana, estaba regida por unas normas de conducta y ética determinadas, era muy promiscua y liberal, donde las relaciones sexuales fuera de la pareja eran consideradas totalmente normales y donde, para los ciudadanos libres, existía una gran libertad sexual.
Un ciudadano podía tener mantener relaciones sexuales fácilmente con su esposa en casa, con un hombre en los baños, con una prostituta en un burdel, o con un esclavo, y sólo ser criticado si no era capaz de mantener cada cosa en su lugar. Los hábitos sexuales en Roma se heredan en parte de la cultura griega, aunque con unas cuantas diferencias. Los helénicos eran igual de deshinibidos, pero todo se centraba en una cuestión de género: el hombre tenía derecho a disfrutar (con hombres, esencialmente), mientas que la mujer servía para dar a luz a atenienses y poco más. La moral de la sexualidad romana giraba principalmente en torno a la clase social a la que pertenecias



La élite tenía las manos libres: no había ningún problema si se frecuentaban prostitutas o esclavos, sea de sexo masculino o femenino, cualquier ciudadano libre podía hacer de todo con referencia al sexo. Para los romanos existían dos tipos de mujeres: las que servían para casarse, a fin de tener algún hijo, y las que servían para gozar. Al primer grupo pertenecían las ciudadanas romanas. Al segundo grupo, esclavas, extranjeras, prostitutas. Solo tenía un pero y es que les estaban vedadas las relaciones con otra mujer de su clase: en ocasiones podía incluso llegar a sufrir la castración como castigo. Por lo demás, un miembro de la élite de Roma hasta podía jactarse públicamente de sus amores o lamentarse de sus infortunios amorosos, sin que nadie se sorprendiera ni lo criticara por ello. No se le podía, en ningún caso, acusar de adulterio.

Existía una gran promiscuidad fuera del matrimonio. Ser esposa, tenía más que ver con el status social que con el placer y las costumbres dictaban que el hombre casado podía mantener tantas relaciones sexuales como quisiera. Durante la República, Cicerón declaró sin que nadie se opusiera que no había nada ilegal en el caso de un hombre que lleva a otro al campo con la intención de disfrutar de placeres eróticos.
En Roma, se creía que el amor disminuía la capacidad de pensamiento racional y era visto como algo ridículo. Un beso en público de un matrimonio resultaba algo indecente pero nadie exigía a las mujeres casadas que no recibiesen visitas libremente, aunque debían mantener una serie de códigos morales y sociales determinados.
El ciudadano romano recurre al sexo y a la lujuria para la realización personal, tanto masculina como femenina, puesto que la obtención de placer era el valor dominante al que se sometía.

Entre los emperadores hay ciertos ejemplos sorprendentes:

Tiberio
: amante del sexo, mandó decorar todas las alcobas destinadas a este fin con múltiples pinturas ilustrando las distintas posturas sexuales.

Calígula: llevó la teoría a la práctica: se acostaba con su hermana… y hay más: un día lo invitaron a una boda, se presentó y lo primero que hizo fue violar al novio y la novia.
Julio César (aunque nunca fue emperador): Además de practicar la homosexualidad, se acostó prácticamente con todas las mujeres de sus amigos senadores y generales.
Nerón: era un gran amante de las bacanales, e hizo castrar a un chico, lo vistió de mujer. y se casó con él. El sexo desinhibido no sólo era un privilegio masculino.
Dominiciano: Llevaba una vida sexual desenfrenada. Se decía que él mismo depilaba a sus concubinas. Vivía rodeado de prostitutas. Calificó a sus coitos como "gimnasia de cama"
Las emperatrices: Julia, la hija de Augusto, y Mesalina, esposa del emperador Claudio, eran asiduas frecuentadoras de prostíbulos.Posiblemente de ahi la frase: "La mujer del César, además de honrada debe parecerlo"

Con todo lo explicado es evidente, que las clases más humildes eran las que, de cierta manera, las que "pagaban factura" de este sistema social. En particular, si uno era esclavo, lo tenía crudo: prácticamente estaba a la merced (sexual) de su amo (y, a veces, de la esposa de este). En Roma todo el mundo daba por sentado que cualquier hombre que perteneciera a la élite y era "amo" de un joven y bello esclavo con el que se podían entablar relaciones sin problema alguno, incluso utilizando la fuerza

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