Cuenta la leyenda, que en tiempos
previos a la Independencia, la Añañuca
era una joven de carne y hueso que
vivía en un pueblo nortino. Un día,
un minero que andaba en busca de la mina
que le traería fortuna, se detuvo en el
pueblo y conoció a la joven. Ambos se
enamoraron y el apuesto minero decidió
relegar sus planes y quedarse a vivir
junto a ella. Eran muy felices, hasta
que una noche, el minero tuvo un sueño
que le reveló el lugar en dónde se
encontraba la mina que por tanto tiempo
buscó. Al día siguiente en la mañana
tomó la decisión: partiría en busca de
la mina.
La joven desolada, esperó y esperó, pero el minero nunca llegó. Se dice de él que se lo tragó el espejismo de la pampa. La hermosa joven producto de la gran pena murió y fue enterrada en un día lluvioso en pleno valle. Al día siguiente salió el sol y el valle se cubrió de flores rojas que recibieron el nombre de infeliz mujer.
La joven desolada, esperó y esperó, pero el minero nunca llegó. Se dice de él que se lo tragó el espejismo de la pampa. La hermosa joven producto de la gran pena murió y fue enterrada en un día lluvioso en pleno valle. Al día siguiente salió el sol y el valle se cubrió de flores rojas que recibieron el nombre de infeliz mujer.
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