En Grecia, se contaba que las violetas nacieron de la sangre de Atis, cuando en un acto de locura se autocastró bajo un pino. En la antigua Roma seguía un significado parecido la leyenda que sitúa su origen en lágrimas caídas del cielo que reflejan la alegría que los dioses sintieron cuando hicieron las estaciones del año. Cuentan que después de haber creado los dioses el invierno, de un soplo apartaron las nieves y la hierba comenzó a nacer, las aguas de los arroyos a correr y el sol a salir entre las nubes. Antes el espectáculo los dioses comenzaron a llorar de alegría y éstas lágrimas cayeron sobre la tierra, brotando de ellas las violetas, de aquí que también sean llamadas como “lágrimas de los dioses”. Bello nombre para unas bellas flores.
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