lunes, 26 de octubre de 2015

Leyendas en la Peninsula Iberica (El Suspiro del Moro)

Abu Abd Allah, conocido como Boabdil, nació en La Alhambra, era hijo del rey nazarí de Granada Muley Hacén (quien da nombre al pico más alto de la Península ya que se dice que está enterrado allí) y fue el último mandatario árabe de la ciudad, antes de que cayera en manos de los Reyes Católicos.
Sublevado contra su padre, se alzó con el trono tras una revuelta provocada por una subida de impuestos, para lo que contó con el apoyo de los grupos contrarios a la gestión de su padre. Pero Boabdil caería preso de las tropas de la Reconquista al ser derrotado cerca de Lucena en 1483.
Los Reyes Católicos seguían una estrategia clara, el "divide y vencerás", provocando disputas entre los propios moros, y liberaron a Boabdil, conscientes de las pugnas que libraría entonces con su tío "El Zagal" por el poder. Gracias a esas disputas, los castellanos lograron entrar en territorio nazarí y sitiar la ciudad de Granada en 1491.
El desenlace es conocido por todos. Isabel y Fernando avanzaban hacia la Reconquista total de la Península y se negociaba el futuro de la comunidad musulmana en el territorio español. El 2 de enero de 1492, Granada capitulaba, el último resquicio de Al-Andalus moría y el día 6 Boabdil entregaba a los Reyes Católicos las llaves de la ciudad.
El último rey nazarí de Granada había sido derrotado y empujado a las Alpujarras, al exilio. Él, nacido en La Alhambra, se veía obligado a irse de su ciudad, la que había gobernado, la que había amado.


Desde lo alto del monte, Boabdil vuelve la mirada y contempla, por última vez, la bella ciudad de Granada. La ciudad en la que nació, de la que fue Rey. La ciudad que ahora perdía irremediablemente en lo que suponía el final de la Reconquista española y la derrota total de los árabes. Al-Andalus ya no existe.
El "Chico", como le apodaban los castellanos para diferenciarle de su tío, Boabdil el Viejo, se encamina hacia su exilio en las Alpujarras, acompañado de su madre, la sultana Aixa, no puede evitar soltar unas lágrimas al observar una vez más su Granada. Un llanto que es rápidamente contestado por la antigua reina con una frase que pasará a la leyenda para siempre:

"No llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre".
Finalmente puso rumbo a Fez, cruzando el estrecho, donde fallecería años después. Pero una parte de él ya había muerto, en aquella colina donde lloró por Granada, que pasó a la Historia como el Suspiro del moro.
 
 fuente: codiceoculto.blogspot.com.es

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