Eso sucedió de la siguiente
manera: el emperador, junto con su cortejo, descansaba en la sombra de un árbol
grande. Habían encendido un fuego, y una olla de agua caliente hervía a
borbotones. El calor del fuego secó algunas hojas en las ramas largas del árbol.
De repente, un fuerte viento se levantó y sopló varias hojas al caldero con el
agua. El agua se tiñó de un color dorado y un perfume delicioso emanó del
caldero. El emperador probó la bebida y le encantaron tanto el perfume como el
sabor delicioso. Dándose cuenta en seguida del efecto agradable y estimulante,
al emperador se le escapó el grito: "T’sa", lo cual viene a significar "lo
divino". Hasta el día de hoy, en chino se le llama "cha" al té.
No hay comentarios:
Publicar un comentario