Una de las leyendas más conocidas sobre su origen trata sobre el castigo
de los dioses por la vanidad del árbol: se dice que hace muchos años,
el baobab era espectacular también por su belleza, con un frondoso
ramaje de hojas verdes y jugosas y con coloridas y perfumadas flores;
los dioses, impactados ante tanta esplendor, le concedieron el don de la
longevidad. A partir de entonces, creció sin parar, cada vez más
fuerte, alto y sublime, lo que provocó que ocultara el calor del sol
dando sombra a los demás árboles sin dejarles crecer y causando mucho
frío a las criaturas del bosque. Lejos de sentirse culpable por los
problemas que provocaba y viendo que no dejaba de aumentar en tamaño,
desafió a los dioses gritándoles que pronto les alcanzaría. La respuesta
no se hizo esperar y éstos le castigaron por su arrogancia plantándolo
al revés y dejando sus hermosas ramas, flores y hojas bajo tierra y
adoptando el curioso aspecto actual en el que parece que sus raíces
miren al cielo implorando el perdón de los dioses.
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