miércoles, 30 de marzo de 2016

Asesinos en Serie (Serhiy Tkach [I])

Serhiy Tkach, nació el 12 de septiembre de1952 en la ciudad de Kiselyovsk (URSS). Siendo joven, Tkach se inscribió en las filas del ejército soviético, consiguiendo exitosamente acabar una especialidad de inspector tecnológico. Con esa especialidad trabajó un tiempo allí, pero después fue enviado a la Policía, siendo recomendado por los militares para ser admitido en la escuela de Novosibirsk.
Sirviendo en la Policía dentro del Departamento de Kemerovo (Siberia), Tkach enfrentó una situación en que debió admitir un fraude y redactar un informe sobre el asunto. 
Poco después de lo del fraude, Tkach salió de las filas policíacas y se trasladó a Urania en 1982. Algunas fuentes señalan que fue entonces cuando inicio sus asesinatos, mientras que otras dicen que inició su orgía de sangre en 1980, teniendo como supuesta primera víctima a una mujer joven que mató y violó en Simferopol, tras lo cual se cree que habría llamado a la comisaría más cercana para informar, aunque sin entregarse.
Habría de ser en Ucrania donde Tkach desarrollaría el resto de su vida. Allí se sabe que, en sus inicios, trabajó en minas de carbón, en granjas y en plantas industriales, así como también fue allí donde se casó tres veces y tuvo cuatro hijos.
Volviendo a su carrera criminal, Tkach dejó sangre, desde 1982 hasta el 2005, en las regiones ucranianas de Crimea, Zaporozhye, Dnepropetrovsk y Jarkov.
Solía buscar sus víctimas en plantaciones forestales cerca de vías de ferrocarril o carreteras, pues de ese modo inducía a los policías a pensar que el asesino era algún camionero o, en líneas generales, alguien de otra ciudad. Cuentan que, usualmente, antes de sus asesinatos bebía un vaso de vodka con dimedrol, una sustancia capaz de aumentar el efecto del alcohol… Luego seleccionaba la víctima, que era siempre de sexo femenino y edad entre los ocho y los dieciocho años, generalmente menor de dieciocho, pues le gustaban bien jovencitas.
Una vez que Tkach evaluaba la aparente seguridad del escenario, procedía a caer sobre la víctima en donde no hubiese testigos. Con rapidez y contundencia este monstruo, dotado de tanta fuerza que alguna vez fue campeón de pesas, apretaba la carótida de la víctima y en cuestión de segundos la mandaba al otro mundo



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