martes, 23 de febrero de 2016

Leyendas en Catalunya (Manuel Carrasco)

Manuel Carrasco Formiguera, nacio en Barcelona, 3 de abril de 1890 - muere asesinado en Burgos, 9 de abril de 1938, fue un abogado y político español de ideología democristiana del nacionalismo catalán del primer tercio del siglo XX.
De joven militó en la Joventut Nacionalista de la Lliga Regionalista y en 1920 fue elegido concejal por este partido en la corporación municipal de Barcelona. En 1922 participó en la fundación de Acció Catalana, y este mismo año creó L'Estevet, semanario nacionalista dónde se publicaron unas caricaturas críticas con la dictadura de Primo de Rivera, a consecuencia de lo cual fue enviado a prisión.
En 1930 fue uno de los firmantes del Pacto de San Sebastián, en representación de Acció Catalana, y al proclamarse la República (1931) fue nombrado consejero de Sanidad y Beneficencia en el primer gobierno de la Generalidad catalana de Francesc Macià. Meses después fue elegido diputado por Gerona a las Cortes Constituyentes de la República, dentro de la candidatura de la Coalición Catalana Republicana, que agrupaba a los partidos republicanos de centro e izquierda.
En las Cortes destacó su defensa de la integridad del Estatuto de Núria. Respecto de la cuestión religiosa en la Constitución de 1931 intentó la conciliación de los católicos con la República, reconociendo "el error gravísimo [que cometieron buena parte de los católicos] de identificar la suerte de la Iglesia y de la religión en España con la monarquía y con la Dictadura". Propuso una enmienda para que se suprimiera el artículo 3º de la Constitución ("El Estado no tiene religión oficial") y se dejara para el articulado los términos concretos de la separación de la Iglesia y el Estado, para evitar molestar innecesariamente "los sentimientos católicos de muy buena parte de la Nación". En su argumentación hizo un llamamiento a la mayoría no católica de las Cortes Constituyentes para que abandonara su "actitud de intransigencia"
En 1932 fue expulsado de Acció Catalana junto con de otros miembros del sector católico del partido e ingresó en Unió Democràtica de Catalunya, creada poco antes. Pronto se destacó como uno de los principales dirigentes del partido, accediendo a su Comité de Gobierno en 1933.
Iniciada la Guerra Civil (1936), Carrasco se mantuvo leal a la República sin abandonar su ideología democristiana. Su mediación salvó la vida de numerosos perseguidos. Estos hechos le supusieron recibir denuncias periodísticas y ser acosado por sectores anarquistas y comunistas del bando republicano en Cataluña. Esta situación le forzó a trasladarse al País Vasco, dónde colaboró con el gobierno del lehendakari Aguirre. Con la ocupación por el ejército sublevado de Guipúzcoa (febrero de 1937), decidió volver a Cataluña dónde fue nuevamente acosado. Decidió volver entonces a a Vizcaya, aún en manos de la República, con toda su familia, como representante de la Generalidad catalana ante el Gobierno de Euzkadi. La última parte de su trayecto debía transcurrir por mar, entre Bayona (Francia) y Bilbao. Sin embargo, el vapor-correo Galdames en el que iba fue interceptado por el crucero Canarias (batalla del cabo Machichaco) y Carrasco encarcelado. Fue trasladado al penal de Burgos, y condenado a muerte en un juicio sumarísimo llevado a cabo el 28 de agosto de 1937 por el delito de "adhesión a la rebelión". (sorprende la acusación que en todos los asesinados por el franquismo es de rebelión, cuando lo rebeldes eran los hijo putas franquistas, y los republicanos defendian la legitimidad escogida por el pueblo)
La ejecución de la sentencia se demoró ocho meses, y se llevó a cabo el 9 de abril de 1938, a pesar de las gestiones del Vaticano. La ejecución la ordenó personalmente Franco, en reacción a la protesta de varios gobiernos extranjeros, entre los que incluía el del Vaticano, contra los bombardeos por parte de la aviación franquista de objetivos civiles (como los que tuvieron lugar el 16, 17 y 18 de marzo contra Barcelona, condenados públicamente por la Santa Sede a través de una nota oficiosa publicada el 24 de marzo en L'Osservatore Romano).


Leyendas en Catalunya (Frederic Xifré)

Frederic Xifré i Masferrer, nacio Sant Andreu de Palomar (Barcelona), 1885 - muere asesinado en Barcelona, 15 de febrero de 1940, era un político de Catalunya, alcalde de Badalona, ​​fusilado por el franquismo.
Era propietario de una pequeña fábrica textil de Badalona. ​​Miembro del Centro Republicano Catalán, fue elegido concejal del ayuntamiento de Badalona en 1918 en representación del partido de Unión Federal Nacionalista Republicana, coaligado electoralmente con el Partido Republicano Radical. Los sucesos del 26 de agosto de 1918 en la plaza de la Vila de Badalona, ​​con la muerte a tiros de cuatro huelguistas por parte de la Guardia Civil, hizo que Xifré y el resto de los concejales de su formación dejaran el consistorio pidiendo responsabilidades.
Al fundarse Esquerra Republicana de Catalunya (1931), pasó a militar en ella, y en 1934 fue elegido concejal. La proclamación del Estado Catalán como respuesta a la involuvión democrática del gobierno de la CEDA y la represión gubernamental paralela a la revolución de 1934, le privaron de poder ejercer de concejal hasta que fue repuesto en 1936 tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones generales. La dimisión por enfermedad del alcalde Joan Deulofeu permitió que Xifré fuera elegido alcalde de Badalona el 16 de marzo de 1936. Fue alcalde hasta enero de 1937 cuando, acosado por elementos radicales de la retaguardia una vez iniciada la Guerra Civil, se exilió en Marsella. En diciembre del mismo año volvió a Catalunya y se instaló en la masía de Can Sans de Alella, llevando una vida alejada de la política y dedicada a la tarea de director de la que había sido su empresa, en aquellos momentos colectivizada.
Con el establecimiento de la dictadura franquista al final de la guerra, no consideró que tuviera que exiliarse, pero fue detenido por miembros de Falange en marzo de 1939. Detenido primero en El Loredan, antiguo centro tradicionalista utilizado como centro de reclusión, luego fue encarcelado en la cárcel Modelo de Barcelona. A pesar de contar con 17 avalistas, personas a las que había salvado su vida o sus bienes frente a los incontrolados durante los primeros tiempos de la Guerra Civil, destacándose entre los avalistas los curas de las iglesias de Santa María y de San José de Badalona, el superior de la cartuja de Montealegre y de 66 trabajadores de su fábrica, fue ejecutado el 15 de febrero de 1940 en el Campo de la Bota.


Asesinos en Serie (Herbert Mullin [VI])

Una vez en prisión, Herbert confesó sus crímenes y dijo que todo lo que había hecho se lo habían pedido las voces en su cabeza para así prevenir un terremoto. Herbert aseguró que la razón por la que no sucedió un terremoto recientemente se debía a su labor. Herbert Mullin fue acusado de diez homicidios y su juicio comenzó el 30 de julio de 1973, debido a que el acusado admitió sus crímenes, el juicio sirvió para determinar si era demente o culpable de sus acciones.
De hecho, cuando el jurado llamó a los psiquiatras para que dieran su veredicto, la opinión fue unánime: Herbert Mullin era un esquizofrénico paranoico y su caso, como el de la mayoría de sujetos que presentan dicho trastorno, implicaba alucinaciones auditivas (las voces que lo incitaban a matar), pensamiento fragmentado, sistemas de creencias delirantes (los sacrificios humanos para evitar desastres) que incluían un patrón de importancia (él, por su fecha de nacimiento, creía que tenía una misión especial) y delirios de posesión de facultades psíquicas (él se creía telépata).
Sin embargo, como Mullin cubrió las huellas de los asesinatos de los Gianera con el homicidio de Kathy Francis, la defensa descartaba la posibilidad de que estuviera completamente demente. El veredicto fue entregado el 19 de agosto de 1973: Herber Mullin fue declarado culpable por homicidio de primer grado tras asesinar a Jim Gianera y Kathy Frances, por ser crímenes premeditados. Mientras que los ocho asesinatos restantes terminaron con una sentencia de homicidio de segundo grado por ser crímenes impulsivos cuya naturaleza irreflexiva fue perfectamente expuesta en palabras del propio Herbert Mullin: "Una roca no toma una decisión mientras está cayendo, cae y eso es todo"
Herbert Mullin fue sentenciado a cadena perpetua y tendría opción de salir bajo palabra en el 2025, momento en el que tendrá 78 años. Actualmente es un convicto de la prisión estatal de Mule Creek, en Ione, California. Según reportes, en su tiempo libre suele pintar y escribir poesías, además de que aún preserva bastante de su esencia hippie pues medita con relativa frecuencia.

fuente: http://www.asesinos-en-serie.com

Asesinos en Serie (Herbert Mullin [V])

Las autoridades, que sabían que Katy y su esposo estaban metidos en el mundo de la droga, sospecharon que podía tratarse de una venganza pero a fin de cuentas no supieron bien qué hacer con el crimen. En primera instancia, aunque contra natura, se sospechó de Bob Francis ya que la Policía lo tenía fichado como traficante. Lo llevaron a un interrogatorio y le hicieron dar una lista exhaustiva de traficantes de droga, rivales, enemigos personales y todo inadaptado social o delincuente que él conociera y considerase relevante para el caso. Herbert Mullin, al no constar en la lista, logró una vez más escabullirse de la Policía. Por esa misma fecha Edmund Kemper (otro asesino en serie) andaba cometiendo crímenes atroces en la misma zona y alguno de los crímenes de Herbert se le adjudicaron incorrectamente a Ed Kemper.
 n mes despues, a principios de febrero de 1973, Mullin paseaba por el parque estatal Henry Cowell Redwoods, cuando encontró cuatro adolescentes hippies acampando. Herbert se hizo pasar por un guardabosque del parque y dijo que estaban contaminando el bosque, pero ellos se rieron cuando les pidió que se fueran. Mullin se les quedó mirando lleno de ira ya que ellos representaban todo cuanto había echado a perder su vida. En su mente, las alucinaciones auditivas se dispararon y se creó un diálogo en que él le preguntaba a cada uno de ellos si aceptaba ser ejecutado. Todos aceptaron. En realidad, después de reírse un rato de la cara enfadada de Herbert, los chicos regresaron a sus cosas sin pensar que, en cuestión de segundos, el asesino sacaría su revólver para ejecutarlos uno por uno. Nadie sobrevivió: el último, que pudo haber escapado, se enredó en su tienda de campaña mientras intentaba correr y, antes de alcanzar a desenredarse, fue ejecutado. Herbert inspeccionó un poco en las pertenencias de los chicos, tomó un rifle y 20 dólares y se marchó. Una semana después se encontraron los restos de David Oliker de 18 años, Robert Spector de 18, Brian Card de 19 y Mark Dreibeldis de 15.
El último homicidio sucedió tres días después, el 13 de febrero. Herbert no tenía planeado asesinar a nadie ese día, simplemente iba a llevar leña a casa de sus padres cuando de pronto en su cabeza oyó la voz de su padre diciéndole: "No entregues un solo palo de madera hasta que no hayas matado a alguien"
En primer lugar la voz le había solicitado la muerte del tío Enos pero, tras la negativa de Herbert, la voz decidió contentarse con la muerte de cualquiera. Cansado de sus misiones de asesinatos pero a la vez sabiéndose incapaz de parar por su cuenta, Herbert Mullin decidió cometer un crimen imprudente y estúpido para ver si todo acababa. Así, en medio de una mañana tranquila y nublada, Herbert vio a un anciano en la calle, se le quedó observando un rato desde su coche, se bajó, le disparó con el rifle que había robado del campamento de los cuatro jóvenes hippies, se subió de nuevo, dio marcha atrás con su coche con calma y se marchó. Muchos vieron cómo mató a Fred Perez, un boxeador retirado de 72 años. Incluso, alguien que vio el crimen desde su ventana alcanzó a ver el número de la matrícula y llamó a la Policía. Momentos más tarde, Herbert fue capturado por la Policía mientras se desplazaba en su camioneta Chevy cargada de leña. Aquel fue su último crimen.


Asesinos en Serie (Herbert Mullin [IV])

El único testigo fue una mujer que, mientras se dirigía a la iglesia, vio salir corriendo a un hombre vestido de negro (Herbert) en la lejanía. Luego la mujer encontró el cadáver e informó a la Policía aunque nunca obtuvieron nada contundente que fuera previo a lo extraído en el juicio de Herbert.
Según el psiquiatra Donald Lunde, el asesinato del Padre Tomei fue el que más afectó a la cordura de Herbert, él había querido desfogar la ira que tenía acumulada contra su padre (que era muy católico y severo) y, para eso, había decidido matarlo de manera simbólica en la persona del Padre Tomei. Pero eso, en opinión de Lunde, habría de generarle posteriormente una crisis de culpa que le llevaría a querer restituir la deuda de conciencia con su padre. Por lo anterior, ya que su padre era un héroe de guerra, y también porque al entrar a las Fuerzas Armadas él podría desfogar su agresividad matando bajo el amparo del Estado, Herbert Mullin decidió unirse a los Marines de Estados Unidos.
El asesino logró pasar los exámenes físicos y psiquiatricos, pero se le negó su adminisión debido a su historial delictivo, ya que tenía arrestos menores y un extraño comportamiento. Este rechazo reforzó los delirios conspiratorios en la mente de Mullin, el cual estaba convencido que sus oponentes eran un grupo de poderosos hippies
n enero de 1973, Herbert llegó a pensar que eran las drogas las que habían llevado su vida a la ruina y las que le habían impedido honrar a su padre, ya que fue por los delitos que había cometido en la época en que consumía por lo que no lo dejaron ingresar a las Fuerzas Armadas. Pero, en la mente de Herbert, las cosas no se podían quedar así: su vida había sido destruida por los trastornos que las drogas le habían causado y existía un culpable principal, alguien que debía pagar con el máximo precio posible: Jim Gianera, su amigo que le había introducido en las drogas años atrás. Gianera, sea cómo fuera, debía morir.
Cuando Herbert llego a la casa de Gianera el 25 de enero de 1973, descubrió que su "amigo" se habia mudado y la cabaña estaba ocupada por Kathy Francis. Ella le dio la dirección de la nueva casa de Gianera.
El crimen fue una atrocidad digna de llevarse a la Gran Pantalla. Herbert tocó la puerta y Gianera lo recibió. Sin darle tiempo a reaccionar, Herbert lo increpó por haberlo introducido al mundo de las drogas y, tras gritarle con los ojos vidriosos y la voz quebrada por el llanto que se estaba burlando de él y lo estaba engañando (la frase exacta que usó fue “¡You’re claptrapping me!”), le disparó a Gianera por detrás mientras aquel corría intentando escapar. Entonces, aún con vida y con parte de la escalera recorrida (la casa era de dos plantas), Gianera se arrastró gimiendo y goteando sangre por los escalones, empujó la puerta de su cuarto y, antes de que su mujer consiguiera refugiarse con él en el baño (la mujer se estaba duchando previamente), Herbert les disparó a ambos en la cabeza. Sin estar satisfecho con matarlos, el asesino dejó fluir toda la ira y el rencor que tenía guardado hacia Gianera y sacó su puñal y lo introdujo una y otra vez en las cabezas de Jim Ralph Gianera de 25 años y su esposa Joan Gianera de 21 años…Horas después, la madre de Joan, que se encargaba de cuidar al hijo (por suerte no estaba en el momento del crimen) de los Gianera, encontró el cadáver de su hija y de su yerno
Pero la misión de venganza aún no estaba completa. Kathy Francis sabía que él había ido a la casa de los Gianera y podía hacer que la Policía lo capture demasiado pronto: ella, aunque inocente, estaba condenada a ser una víctima más en la venganza del desquiciado Herbert Mullin. Determinado a cumplir cada punto del plan, el asesino regresó en su coche a la cabaña de los Francis, estacionó su vehículo en la carretera para que no se bloqueara en el barro que rodeaba la cabaña, tocó la puerta y esperó.
Kathy Francis, al abrirle, se desplomó en un charco de sangre tras recibir un disparo en el pecho y otro en la frente. Implacable, Herbert se dirigió rápidamente al cuarto en el que supuso que los dos hijos (Daemon de 4 años y David de 9)  de la pareja estaban, abrió la puerta con violencia y los fulminó a tiros y, en un arrebato de ira y bestialidad, comenzó a apuñalar los cadáveres de los tres inocentes.


Asesinos en Serie (Herbert Mullin [III])

El 13 de octubre de 1972, Herbert asesinó brutalmente a un indigente de 55 años llamado Lawrence White. Según Herbert, el vagabundo era Jonás, un profeta de la Biblia que pasó tres días en el vientre de un enorme pez y predicó en Nínive. “Mátame para que otros puedan salvarse”, había escuchado Herbert a manera de mensaje telepático que “Jonás” le enviaba. El tributo era magnífico, de modo que Herbert no dudó en sacar su bate de béisbol y en darle una y otra vez en el cráneo hasta dejárselo como una amasijo de huesos, sangre y masa encefálica; un horrible cuadro que, días después fue encontrado.
La siguiente víctima fue Mary Guilfoyle de 24 años. Herbert Mullin la recogió tras verla hacer auto-stop y cuando sintió que había ganado su confianza y la chica se había relajado, detuvo el automóvil con alguna excusa, le pidió que saliera un momento y entonces la apuñaló frenéticamente hasta extinguir su vida. Después llevó el cadáver a una colina, lo desmembró, le abrió el estómago, inspeccionó sus vísceras y permaneció un rato estudiando sus órganos para luego marcharse y dejar los pedazos del cadáver yaciendo sobre la colina.
Cuando el cuerpo de Mary fue encontrado, se creyó erróneamente que era víctima de Edmund Kemper, otro asesino en serie que atacaba en el área en aquel entonces. Debido a que los restos de la víctima no fueron encontrados hasta después de varios meses, la Policía no relacionó su muerte con la del vagabundo. En cuanto a los motivos que le impulsaron a realizar el asesinato, además de lo de los sacrificios, había algo especial: su madre, hace no mucho, le había obsequiado un libro del pintor Miguel Ángel para inspirarlo a canalizar sus problemas psicológicos a través del arte. Desde pequeño, Herbert había mostrado habilidad para el dibujo y la pintura. Allí, a través de las páginas del libro sobre el arte de Miguel Ángel, Herbert llegó a la conclusión de que Miguel Ángel había alcanzado tal grado de excelencia en la representación del cuerpo humano como una consecuencia del estudio meticuloso de la anatomía humana que el gran pintor efectuaba en todas aquellas horas en que diseccionaba cadáveres. Eso, para él, era una señal muy clara: en su próxima misión, él debía diseccionar un cadáver. 
Tras sólo cuatro días, el jueves 2 de noviembre, Herbert cobró su tercera víctima. Esta vez se trataba del Padre Henri Tomei, un sacerdote católico de 65 años. Aquel día, un Día de Difuntos, Herbert había aprovechado para, después de estar bebiendo y drogándose, ir a confesar sus pecados en la Iglesia Santa María y, de una vez, pedir fuerzas para no volver a matar. En un inicio creyó que la iglesia estaba vacía pero luego, tras darse cuenta de que había un cura en el confesionario, fue y empezó a confesar sus pecados. Al comienzo todo fue normal; pero, apenas hubo transcurrido un corto tiempo, Herbert tuvo alucinaciones auditivas en que el sacerdote le decía que debía honrar padre y madre, que su padre le pedía que mate gente y que él se ofrecía como sacrificio. Entonces Herbert perdió el control, le forzó a salir del confesionario y lo apuñaló salvajemente (tan salvajemente que, tras hallarse el cadáver, muchos pensaron en la obra de un culto satánico).


Asesinos en Serie (Herbert Mullin [II])

Tras dejar sus estudios, recién comenzados, en Ingeniería de Caminos, disciplina que había estudiado porque quería entrar al Ejército, en 1967 Herb ingresó en un instituto sobre Religiones Orientales en San José, y permaneció allí por tres meses, tiempo en el que consumió LSD regularmente y empezó con su extraño comportamiento y sus trastornos mentales. No obstante el consumo de drogas ya había empezado antes (en 1966) gracias a Jim Gianera, un ex amigo de Dean que, tras conocer a Herbert en la playa, le introdujo al movimiento hippie y a las drogas. Este abuso le empezó a crear ideas descabelladas como que iba a haber un terremoto en California y que él tenía que mudarse a Canadá para evitarlo, u otras locuras más que asustaron a su novia (la misma que tenía desde secundaria) y, junto a la declaración que él le hizo de que quizá era gay, acabaron con su relación.
Posteriormente, tras un preocupante episodio en el cual Herbert visitó a su hermana (a la cual tiempo después le pediría tener relaciones sexuales) e imitó todos los movimientos y lo que decía su cuñado por cuatro horas seguidas, como si se tratara de un niño tratando de molestar. Él mismo se preocupó de su locura y  en 1969 permitió que su familia lo interne en una institución mental.
Durante los siguientes años, Herbert entraría y saldría de varias instituciones mentales tras pasar poco tiempo en estas. De acuerdo con los reportes, Herbert solía apagar cigarrillos en su propia piel. Llama la atención la crisis de identidad que desde su juventud acompañó a Herbert: quiso ser militar, luego se involucró con el movimiento hippie y veneró el pacifismo, la meditación y la naturaleza; después dejó la heterodoxa y rebelde contracultura hippie y se unió a un grupo de lectura bíblica llegando incluso a querer convertirse en sacerdote católico.
Al parecer nunca se encontró del todo a sí mismo; pero, pese a eso, ha habido ciertas constantes que le acompañaron a través de sus transformaciones. Así encontramos la creencia en la reencarnación, la práctica de la meditación, la creencia de origen bíblico en los sacrificios de seres vivos (como se ve en Levítico y otros libros del Pentateuco) para proteger a la colectividad de grandes desastres naturales, creencia que él, como producto de sus delirios esquizofrénicos y megalómanos, distorsionó llegando a pensar en sacrificios humanos que servían para evitar desastres.
Es pues en el marco de esos trastornos de identidad que, en conjunción con la esquizofrenia paranoide que le diagnosticaron los psiquiatras y el prestigioso Robert K. Ressler (un perfilador del FBI), Herbert llegó a pensar que tenía una posición especial en el sistema de reencarnaciones (ya que Einstein murió en su cumpleaños) y que, debido a haber nacido en el día del aniversario del terremoto de San Francisco acaecido en 1906 (él interpretaba eso como una señal), su misión era la de prevenir un gran terremoto en California a través de sacrificios humanos que, según decía, estaban dados por el consentimiento de sus víctimas pues estas se le ofrecían telepáticamente para ser tributos. Mullin creía que la guerra en Vietnam había producido suficientes muertes de americanos para aplazar el terremoto, como una especie de sangriento sacrificio para la Naturaleza, pero cuando la guerra comenzaba a terminar a finales de 1972, él tendría que comenzar a matar personas para mantener el terremoto bajo control.
 

Asesinos en Serie (Herbert Mullin [I])

Herbert WilliamsMullin, nacio en Salinas (California [USA]), el 18 de abril de 1947. es un asesino en serie que cometió 13 asesinatos en California desde el 13 de octubre de 1972 hasta el 13 de febrero de 1973, sin embargo, creció en Santa Cruz. Su padre Martín Mullin, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, era muy estricto y frecuentemente comentaba su heroísmo durante la guerra, su madre Jean le enseñó a tener buenos modales. Desde temprana edad el padre de Herbert le enseñó a manejar un arma de fuego. En 1963, la familia Mullin se mudó a Santa Cruz, donde Herbert de 16 años consiguió un empleo en la oficina de correos.
En el colegió Mullin sobresalió como estudiante y deportista. Era popular, tenía muchos amigos, una novia estable y hasta fue escogido por sus compañeros como el alumno que tendría más posibilidades de éxito.
Por aquel entonces todo en su vida parecía estar bien e incluso era un experto tirador  que en varias ocasiones había ganado los premios de la Asociación Nacional de Tiro. Sin embargo, poco después de su graduación, uno de sus mejores amigos, Dean, murió en un accidente de moto y Herbert quedó devastado y su estabilidad mental comenzó a desmoronarse.
Según ciertos psiquiatras que estudiaron a Herbert, aquel incidente fue el gatillo que detonó el progresivo deterioro de su cordura. De hecho, Herbert quedó tan afectado por la muerte de su amigo que le levantó un santuario en su habitación y comenzó a pasar horas enteras encerrándose en su cuarto mientras, sumido en la más honda depresión, rememoraba a su amigo. Fue allí que, tras preguntarse si la muerte de Dean era una especie de sacrificio cósmico, Herbert empezó a obsesionarse con la idea de la reencarnación, llegando incluso, pese a su crianza católica, a estudiar religiones orientales para hallar respuestas a la pérdida de su amigo y a las voces que hablaban en su cabeza (padecía trastornos esquizofrénicos)