
lunes, 15 de febrero de 2016
Leyendas en Catalunya (Francesca Saperas Miró)

Leyendas en Catalunya (Celedonio García)

Asesinos en Serie (Henry Desire Landrú [IV])

El abogado de Désiré, el señor de
Moro-Giafferi, a pesar del talento demostrado, no logró salvar a su
cliente. Sin embargo, las últimas palabras que Landrú le dirigió a su
defensor fueron: “Le he confiado una causa bien difícil… digamos
desesperada… En fin, no es la primera vez que condenan a un inocente”.
Ante el escepticismo del señor Moro-Giafferi, añadió: “Sí, maestro, digo
bien: inocente”.
Después de tres semanas de proceso,
Landrú fue condenado a muerte la madrugada del 22 de febrero de 1922. La
cabeza del "Señor de Gambais" rodó a las puertas de la cárcel de
Versalles.
Si bien se llegó a especular en cifras
exageradas que Landrú pudo asesinar a casi 300 mujeres, el secreto de
sus asesinatos se enterró con él, pues en ningún momento reconoció su
culpa ni dió ningún tipo de pista que pudiera esclarecer su caso. En
todo caso con casi total seguridad estos nombres que a continuación se
citan pertenecen a las "hazañas" de tan frío asesino.
- Sra. Cuchet, viuda, 39 años y su hijo de 17 años.
- Sra. Laborde, viuda, 46 años.
- Sra. Guillin, 51 años. Fea, pero con una herencia de 20,000 francos.
- Sra. Héon, la primera que fue a Gambais.
- Sra. Collomb, viuda, 39 años.
- Andrée Babelay. La excepción, 19 años, guapa y sin dinero, no fue reclutada por anuncio sino en un encuentro casual en el Metro.
- Sra. Buisson. Virtuosa que tardó dos años en ceder.
- Sra. Jaume. Muy católica, aceptó las proposiciones de Landrú tras la oferta de matrimonio.
- Sra. Pascal. Joven y guapa. Antes de irse a Gambais le escribió a su tía: "No sé lo que hay en él, pero me asusta. Su mirada ceñuda me angustia. Parece el diablo".
- Sra. Marchadier. Antigua prostituta. Partió a Gambais acompañada de sus tres perros que también desaparecieron sin dejar huella.
Asesinos en Serie (Henry Desire Landrú [III])

La Policía abrió una investigación de
inmediato y se dio a la difícil tarea de localizar a un hombre calvo,
con barba negra y de estatura mediana. Con esta vaga descripción, fue el
azar el que permitió que la hermana de la señora Buisson se cruzara con
Landrú el mismo día que se presentó la denuncia. Lo vio en una tienda
de la Rue de Rivoli comprando porcelanas, acompañado de una nueva
víctima: Fernande Segret. La Policía interrogó al comerciante y encontró
que Désiré había dejado su tarjeta "Lucien Guillet, 76, Rue
Rochechouart".
Para el 13 de abril de 1919, "Le Petit
Journal" publicaba un artículo con la detención de Landrú en el que
informaba a sus lectores, que éste estaba inculpado de robos con
agravantes y de estafas y que durante varios años se ocultó con nombres
falsos. Además, el diario sentenció: "pero cargos más graves pesarán
sobre él".
Los guardias se trasladaron a Gambais.
Descubrieron la cocina, el cobertizo donde Désiré amontonaba la ropa y
los muebles de sus víctimas. Encontraron además, osamentas humanas
calcinadas. Pero las pruebas convincentes fueron sus ficheros y la
libreta en la que anotaba, con una meticulosidad asombrosa de ahorrador
compulsivo, los precios de los boletos de ferrocarril de París a
Gambais.
El proceso de Landrú duró dos años. El público cambió las preocupaciones
de la reciente guerra por el juicio del hombrecito calvo, barbudo y con
perfil de pájaro que negaba con calma, bromeaba con cinismo y daba en
todo momento muestras de la más delicada cortesía. En su celda estudiaba
sus expedientes, recibía obsequios y propuestas de matrimonio por parte
de sus admiradoras. En las elecciones de 1919, cuatro mil franceses
propusieron a Landrú como candidato.
Asesinos en Serie (Henry Desire Landrú [II])

Su primera conquista obtenida por este
método fue la de la viuda Jeanne Cuchet de 39 años, quien vivía con su
hijo de diecisiete años y cuyos ahorros podían considerarse como
consistentes. La señora Cuchet tenía una necesidad urgente de afecto y
para Landrú, -con su exquisita cortesía y su aspecto de “caballero”-, no
le fue difícil seducirla. Su primera identidad fue la de Diard,
inspector de correos, proveniente de Lille debido a la ocupación
alemana. No sólo le prometió matrimonio, sino que además ofreció
conseguirle al joven Cuchet un empleo estable y con futuro en la
administración. La viuda aceptó y se fue con él al apartamento que
Désiré previamente había alquilado en Vernouillet. Madre e hijo
desaparecieron sin dejar rastro.
Cuando a Landrú le pareció que el
apartamento en Vernouillet ya no presentaba las garantías necesarias de
discreción, lo abandonó y se fue a rentar una pabellón llamado “La
Ermita” en Gambais, lugar ideal para esconder sus amores.
Désiré hacía sus conquistas en París y
de vez en cuando pasaba los domingos en Gambais. Llevaba una vida casi
normal. Visitaba a sus hijos con frecuencia, mostrándose con ellos como
padre atento y a su esposa le regalaba joyas de las cuales nunca le
explicó su procedencia.
Asesinos en Serie (Henry Desire Landrú [I])

Entre 1902 y 1914, algunos delitos
menores le valieron tres penas de cárcel sucesivas, lo que acarreó que
su padre, avergonzado por el comportamiento de su hijo, se quitara la
vida.
Para Landrú, cuya inclinación a la
estafa ya había desencadenado la muerte de su padre, la Gran Guerra de
1914-1918 le proporcionó la oportunidad de refinar este talento. Y es
que, las bajas que a diario se producían en el frente de batalla,
aumentaban constantemente el número de viudas, quienes colocaban en los
periódicos anuncios matrimoniales. Esta lectura fue para Désiré una
revelación. Comprendió que un hombre como él, atractivo y joven aún,
podía aprovecharse de esta situación.
Desde 1914, Landrú hizo publicar en los
diarios un anuncio que decía: “Señor serio desea casarse con viuda o
mujer incomprendida entre 35 y 45 años”. Como es de suponerse, recibió
gran cantidad de cartas que organizó con esmero para estudiarlas y
clasificarlas posteriormente.
Las fichas de las candidatas apuradas
llevaban la anotación S.F. (sin fortuna), las cuales eran descartadas de
inmediato por el ambicioso Landrú; a las otras, les enviaba una
respuesta para recoger más información y asegurarse de la rentabilidad
del idilio. Llamado "El Moderno Barba-azul" fue uno de los asesinos más famosos de
Francia. Utilizaba su encanto para ganarse el corazón de docenas de
mujeres solitarias. Ellas querían casarse; él quería su dinero y sus
vidas para garantizar su silencio.
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