lunes, 25 de abril de 2016

Presidents de la Generalitat (Jaume de Copons i de Tamarit)

Jaume de Copons i de Tamarit, ¿? - Muere en Lleida en 1680. Arcediano de Andorra, canónigo de la Seu d'Urgel, obispo de Vic (1664-1674) y de Lleida (1674-1680), fue nombrado President de la Generalitat de Cataluñny el 22 de julio de 1662Provenía de una familia originaria de Vilafranca con amplia trayectoria política y militar. Era hijo de Dalmau de Copons y, su hermano Joan fue comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén y murió en 1642 en la "Guerra dels Segadors". Una hermana suya, Margarida, fue abadesa de Sant Daniel.Otra rama de la familia es originaria de las tierras de Urgell y la Segarra estuvo ampliamente implicada en la "Guerra dels Segadors" en el lado francés que les valió títulos de nobleza a Ramón de Copons y Aiguaviva Tamarit (señor del Bullidor), Joan Francesc de Copons i de Sabater (señor de la Manresana) y Josep de Copons i de Gebel (señor de Llor)No es el caso de Jaume de Copons que era filipista y había sido insaculado en calidad de "supranumeràri" en 1655, en pleno período de depuración posterior a la revuelta. Anteriormente, en época de presencia francesa, había formado parte de alguna "juntes de braços "(1648) y de una "trenta-sisena" (1650) y había tenido algún enfrentamiento con el obispo francés Pierre de Marca y con el canónigo de Urgell, Lorenzo de Barutell, quien terminó desterrando a Jaume de Copons en Begues por "desafecta al rey francés". Con estos antecedentes, después del 1655 y antes de ser extraído como presidente, formó parte de numerosas juntes, trenta-sisenes y fue embajador de la Diputacio ante el virrey (1656). En 1664 al ser nombrado obispo de Vic, el procurador general pidió la extracción de un nuevo diputado eclesiástico por incompatibilidad entre los dos cargos, pero Copons se opuso y, después de un largo enfrentamiento, el virrey decidió que continuara , dado que sólo faltaban unos meses para el fin del trienio.Su mandato como presidente de la Generalitat fue un periodo sin ningún tipo de vitalidad política dada la cada vez más intensa preeminencia virreinal. Coincidió en estos años con tres virreyes: Francisco de Orozco, de dilatada experiencia desde 1650; Francisco de Moura Corte-Real y Mero, un continuidad de la política de su predecesor y que sólo estuvo un año antes de ser sucedido por Vincenzo Gonzaga y Doria procedente de Nápoles y estrecho colaborador de Juan José de Austria

Presidents de la Generalitat (Pau d'Àger i d'Orcau)

Pau d'Àger i d'Orcau, nació  en Tremp (Lleida) en 1592 - Muere enVallfogona de Riucorb (Tarragona), en 1672. Fue un religioso, "comanador" de la Orden de San Juan de Jerusalén y 102è Presidente de la Generalitat de Catalunya (nombrado el 22 de julio de 1659).Era hijo de Onofre d'Àger, caballero de Tremp y de Anna de Orcau. Estuvo vinculado a la Orden de San Juan de Jerusalén en Tortosa (1228-1234), Vilafranca del Penedès (1637-1659), Vallfogona de Riucorb (1645-1672) y Barcelona (1656 a 1672). Era un diputado de antes de la "Guerra dels Segadors", pero su poco protagonismo político en la contienda le permitió tener el favor del Rey español. Fue miembro de varias "Juntes de braços", entre ellas la que trataba de la llamada militar del Princeps namque (es uno de los "vasallajes" de Barcelona que regulaba la defensa del príncipe y del Principado de Catalunya, y la convocatoria a las armas) el 1637. Poco después de comenzar la guerra, en 1641, estaba en Malta y no se vuelve a estar en Barcelona hasta el 1650.Al frente de la Generalitat de Catalunya le tocó vivir la firma del "Tratado de los Pirineos" entre Francia y España en 1659. A pesar de esta paz, las tropas reales no se desmovilizaron y se sucedieron las represiones y abusos de los soldados sobre la ciudadanía, provocando continuos enfrentamientos entre la Diputacio y el virrey, Francisco de Orozco. Este dejó claro su visión sobre la nueva situación de las instituciones cuando manifiesta: "los señores diputados no son recogedor de los frutos del principado, sino recogedor de los frutos de su Majestad". Las tensiones también tenían otros frentes como el alojamiento de los soldados (crisis recurrente desde hacía 50 años) y la voluntad de la Generalitat para conseguir el control sobre las insaculaciones. Es un periodo de fuerte "desafección" de las instituciones y un fuerte despotismo del virrey de Catalunya en el que no se realizaron ni "juntes de braços", ni "trenta-sisenes"

Presidents de la Generalitat (Joan Jeroni Besora)

Joan Jeroni Besora, nace en Barcelona ¿? - Muere en Sant Jeroni de la Murtra (Barcelona) en 1665.  Fue canónigo de la sede de Lleida. Llego a ser  President de la Generalitat de Catalunya el 22 de julio de 1656.Fue doctor en teología y un importante humanista y bibliófilo leridano, discípulo del obispo Antoni Agustí (1517-1587). Tuvo muchas relaciones con historiadores y estudiosos como Pierre de Marca. Escribió oratorios y un episcopologio leridano. Desde 1630 había tenido participación en la política de la diputación formando parte de una "Junta de Braços" y también en una embajada al virrey. Entre 1635 y 1641 fue visitador del "braç eclesiástico". También participó en el período de la "Guerra dels Segadors" cuando en 1637 participó en la deliberación para la movilización militar decretada por Olivares raíz de la guerra con Francia, y estuvo presente en una junta extraordinaria para tratar sobre la muerte de conde de Santa Coloma en 1640.Cuando fue extraído en 1656 acumulaba una amplia experiencia en el seno de la Diputacio, pero a la vez era una hombre mayor y se dedicó con poca intensidad en el cargo, lo que favoreció una mayor presencia del diputado militar Joan de Grimau i de Vilafranca. En su trienio, la mayor preocupación de la generalidad era terminar la guerra con Francia, ya que después de la rendición de Barcelona, ​​los contraataques franceses eran constantes. Después de su mandato escribió en nombre de la Generalitat a Juan José de Austria y otros personajes protestando por la cesión del Rosello y parte de la Cerdanya en Francia por el Tratado de los Pirineos. Humanista y bibliófilo, reunió una biblioteca de más de 5000 volúmenes. Murió y fue enterrado en el monasterio de San Jerónimo de la Murtra.

Leyendas sobre las flores (La Pasionaria)

Mburukujá era una hermosa doncella española que había llegado a las tierras de los Guaraníes acompañando a su padre, un capitán del ejercito de la Corona.  Mburukujá no era su nombre cristiano, sino el tierno apodo que le había dado un aborigen guaraní a quien ella amaba en secreto y con el que se encontraba a escondidas, ya que su padre jamás habría aprobado tal relación. En realidad, su padre ya había decidido que ella desposara a un capitán a quién el creía digno de obtener la mano de su única hija.
Cuando le revelaron los planes de matrimonio, la joven suplicó que no la condenaran a consumirse junto a un hombre a quien no amaba, pero sus ruegos solamente lograron encender la cólera de su padre. La doncella lloró desconsolada, tratando de conmover el inflexible corazón de su padre, pero el viejo capitán no sólo confirmó su decisión sino que además le informó que debería permanecer confinada en la casa hasta que se celebrara boda.
Mburukujá debió contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación, ya que no estaba autorizada a salir a los jardines por la noche y difícilmente lograba burlar la vigilancia paterna. Sin embargo, envió a una criada de su confianza para que lo informara sobre su triste futuro.
El joven indio no se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa intentando verla. Durante horas vigilaba el lugar, y sólo cuando se percataba de que los primeros rayos del sol podían delatar su posición se retiraba con su corazón triste, aunque no sin antes tocar una melancólica melodía en su flauta.
Mburukujá no podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría, ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre. Pero una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano esperó noche tras noche la vuelta de su amado. Imaginó que el joven indio podría estar herido en la selva, o que tal vez había sido víctima de alguna fiera, pero no se resignaba a creer que hubiese olvidado su amor por ella.
La dulce niña se sumió en la tristeza. Su piel, otrora blanca y brillante como las primeras nieves, se volvió gris y opaca, y sus ojos ya no destellaron con hermosos brillos violáceos. Sus rojos labios, que antes solían sonreír, se cerraron en una triste mueca para que nadie pudiera enterarse de su pena de amor. Sin embargo, permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún día a su amante. Luego de varios días vio entre los matorrales cercanos la figura de una vieja india. Era la madre de su enamorado, quien acercándose a la ventana le contó que el joven había sido asesinado por el capitán, quien había descubierto el oculto romance de su hija. Mburukujá pareció recobrar sus fuerzas, y escapándose por la ventana siguió a la anciana hasta el lugar donde reposaba el cuerpo de su amado. Enloquecida por el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el cuerpo de su amado confesó a la vieja india que terminaría con su propia vida ya que había perdido lo único que la ataba a este mundo. Tomó una de las flechas de su amado, y luego de pedirle a la mujer que una vez que todo estuviera consumado cubriera sus tumbas y los dejara descansar eternamente juntos, la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de aquel que en vida había amado.
La anciana observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá, pero cumplió con su promesa y cubrió la tumba de los jóvenes amantes. No pasó mucho tiempo antes de que los indios que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren con los primeros rayos del sol, como si el nuevo día le diera vida.

Leyendas sobre las flores (El Azahar)

Cuenta la leyenda que el sultán de la medina de Granada, Alkabul "el Privilegiado", posó sus ojos en la incipiente gracia de la hija de una pareja de sus esclavos, Al- Azhar. El sultán, prendado de los luminosos encantos de la doncella, mató a sus padres y la llevó a vivir con él; con el propósito de desposarla el mismo día que la joven cumpliría trece años. Semanas antes de celebrarse el casamiento, Xurán, un joven calígrafo y arquitecto de la Granada nazarí, recibió de Alkabul el encargo de decorar la cámara nupcial. Apenas traspasó el dintel de la puerta y se encontró con la princesa, descubrió en sus grandes ojos negros el misterio del amor y del deseo. Una tarde poco después, cuando los señores y los esclavos dormitaban al placido descanso de la tarde, se encontraron a solas y Xurán le declaró su amor.
Xurán también le contó a Al-Azhar que una vez hubiera acabado el encargo del sultán sus ojos serían cegados para que no volviera a crear una obra similar. Esa misma noche se volvieron a encontrar y los amantes abrasaron sus deseos entre las palmeras de la medina. Justo eran los días en los que los naranjos amargos estaban en flor. Entre jadeo y jadeo, la Alhambra se iba llenando del perfume de la flor del naranjo. Sería su última noche. Al amanecer se despidieron entre lágrimas.
Ciego de ira y loco de dolor cómo sólo un déspota es capaz de estarlo, el sultán Alkabul mató a la bella Al-Azhar y después de quemar su fino cuerpo dispersó sus cenizas entre los rosales del palacio. A pesar del olor de las cenizas y de la fragancia de los rosales no consiguió aplacar el aroma que los amantes habían dejado la noche anterior ni el rastro que en el aire permanecía de la fragancia amorosa creada con la mezcla de sus cuerpos.
Arkabul, guiado por el perfume que Al-Azhar había impregnado en Xurán, le persiguió y persiguió hasta acorralarlo en el promontorio del Veleta, donde se quitó la vida. Desde entonces, acaba la leyenda, cuando la brisa sopla sobre los jardines de la Alhambra, un aroma penetrante e inolvidable a se extiende por Granada.


Leyendas sobre las flores (La Peonía)

La princesa Aya debía casarse con el príncipe Ako. Las familias de los dos jóvenes habían decidido el matrimonio y todos los preparativos necesarios estaban hechos. La tarde del día anterior a la boda, la princesa paseaba por su jardín, mirando melancólicamente aquellos lugares tan amados y familiares que debía abandonar para siempre, y amargas lágrimas brotaban de sus ojos y resbalaban por sus rosadas mejillas.
Al llegar a un rincón del jardín oyó un suspiro que respondía al suyo. Se volvió, e imaginad el asombro que sentiría al ver detrás una planta de peonías, que eran sus flores predilectas, a un hermosísimo príncipe envuelto en un manto de terciopelo, salpicado de peonías recamadas en oro. El joven miró a la muchacha con ojos dulcísimos y entreabrió sus labios con una sonrisa triste que penetró hasta el fondo del corazón de Aya; luego desapareció en forma misteriosa.
Profundamente turbada por aquel encuentro, Aya regresó muy despacio al palacio y dijo a su padre que por nada del mundo se casaría con el príncipe Ako, ya que solamente amaba al misterioso joven del jardín. El anciano príncipe, que adoraba a su hijita, mando a suspender la boda y destacó por todo el mundo caballeros y servidores en busca del desconocido joven, del cual se había enamorado su hija.
Los mensajeros escalaron montes escarpados, recorrieron inmensas llanuras, atravesaron ríos caudalosos y áridos desiertos, pero todo fue en vano; el misterioso joven no aparecía por ninguna parte. Todos tuvieron que regresar al castillo con las manos vacías. Entonces el anciano príncipe, que era muy sabio, dijo a su hija:
- "Querida niña, el joven que vieron tus ojos no es una criatura de este mundo, ya que si así fuera mis hombres lo habrían encontrado. Debe de ser el espíritu de la peonía, desde el momento que te apareció precisamente detrás de una planta de estas flores. Por eso, tu deseo es irrealizable; comprende que no puedes casarte con un espíritu. Mañana estará aquí el príncipe Ako y celebraremos la boda. He dicho".
Aya inclinó la cabeza en señal de obediencia; comprendía que su padre tenía razón y que no podía seguir obstinándose en aquel capricho. Empero, corrió al jardín para saludar por última vez a sus flores preferidas y , arrodillada junto a la planta de peonías, estalló en sollozos. Las lágrimas manaban a raudales de sus ojos y regaban la tierra. Bajo aquella benéfica rociada de lagrimas, una flor bellísima floreció, una flor como jamás viose otra igual.
A la mañana siguiente los invitados a la boda, al pasar junto a la plante de peonías, no podían dejar de detenerse y admirar aquella flor magnífica. Pero cuando, después de la ceremonia nupcial, volvieron a pasar por allí, vieron la espléndida peonía que yacía en el suelo marchita. El corazón de la flor no soportó el dolor de ver a la princesa Aya esposa de otro, y se había roto