Revuelta ocurrida en Barcelona los días 28 de febrero, 1 y 2 de marzo
de 1789 (con repercusiones en Vic y en Mataró), motivada por el
reiterado encarecimiento del pan.Las
malas cosechas de 1787 y del 1788 habían provocado una fuerte subida
del precio del trigo durante los meses de enero y febrero de 1789, al
tiempo que las variedades más económicas de pan, como el pan moreno,
escaseaban y eran de mala calidad. En
anunciarse un nuevo aumento de precio a partir del día 1 de marzo, hubo
un alboroto popular en Barcelona la noche antes: una multitud
descontenta asaltó el pastel y la incendió en buena parte, a la vez que
se apoderaba del pan, de la pasta para cocer y del dinero; al mismo tiempo prendió fuego a las barracas de venta de pan y asaltó las casas de los arrendadores de la fabricación de pan. El
capitán general, Francisco González y de Bassecourt, conde de El
Asalto, envió tropas para reducir los amotinados, pero estos las
apedrearon y él tuvo que refugiarse en la Ciudadela ante la actitud
amenazadora de la gente, que sólo fue disuadida de quemar la casa de la ciudad por la presencia de la tropa. El
orden de los capuchinos intentó apaciguar el alboroto, pero sólo tuvo
éxito en parte y con la entrega de dinero a los amotinados. Al
día siguiente, 1 de marzo, domingo, se reprodujeron los incidentes: una
multitud se presentó en el plan de Palau y reclamó la rebaja del precio
del pan, lo que obtuvo por escrito, así como la libertad de los
detenidos de la noche anterior. Los
disturbios se reprodujeron, pero, por la tarde, con la exigencia de que
fueran rebajados los precios de la carne, del vino y del aceite. Ante la negativa, un grupo numeroso penetró en la catedral por la fuerza, insultó el obispo y tocó a rebato. Las
autoridades prometieron la reducción de los precios y el obispo
renunció a una parte del derecho de golpes, que encarecía la entrada de
trigo en la ciudad. Mientras
tanto los concejales, la nobleza y los representantes gremiales
organizaron patrullas que disolvieron los grupos de la ciudad y
detuvieron algunos amotinados, mientras desde la Ciudadela los cañones
eran encarados en la ciudad. El
2 de marzo hubo todavía disturbios aislados, pero las patrullas
evitaron nuevos incidentes y obligaron a los comerciantes a abrir sus
establecimientos. Las campanas de las iglesias fueron privadas de sus badajos durante una semana, para evitar nuevos toques de rebato. La nobleza y los gremios se hicieron cargo del coste de mantener el precio del pan y de mejorar su calidad. La
represión del gobierno de Carlos IV fue muy dura: el capitán general
fue destituido y sustituido por el conde de Lacy, que impuesto siete
penas capitales en Barcelona y otros en Vic y en Mataró; otros amotinados fueron deportados. La dureza de la represión suscitó la repulsa de la ciudad, que pidió el indulto de los condenados a muerte, sin obtenerlo. Muchos
barceloneses abandonaron la ciudad el día de la ejecución en señal de
desaprobación, lo que desmentiría el carácter exclusivamente plebeyo del
alboroto. La ciudad permaneció militarmente ocupada durante varios meses. Se
remarcó el origen común de los Rebomboris del Pan con la Revolución
Francesa del mismo año, favorecida por la crisis agraria de los años
1787 y 1788, común a todo el occidente europeo.
fuente: http://www.enciclopedia.cat