jueves, 1 de diciembre de 2016

Literatura Catalana (Maria Josepa Massanés i Dalmau [II])

En 1841 publica su primer libro, "Poesías", se puede considerar como una antología poética, y en él se recogen todos los trabajos publicados en prensa hasta este momento. Entre los poemas que contiene cabe destacar el poema "Romance", en el que se dedica a ridiculizar y satirizar la poesía romántica, por lo que los autores consideran que Massanés no llegó a integrarse en el romanticismo.

Como consecuencia de su matrimonio con un capitán de infantería en 1843 comienza una nueva etapa de su vida caracterizada por los constantes cambios de residencias según los destinos que recibía su marido. Durante una estancia en Madrid conoce el ambiente literario y las tertulias y entra en él logrando un gran prestigio. Se hizo amiga de Carolina Coronado y escribió poemas llenos de sentimientos de amor filial y de una gran añoranza de la Cataluña, como fueron: "Una hora de meditación junto al arco de Bará" y "Oh, padre mío!".

Devuelve en Barcelona en 1846 y entra en contacto con publicaciones impulsadas por Milán y Fontanals, Antoni de Bofarull y Rubió i Ors, produciéndose de esta manera su primer acercamiento a la Renaixença, el cual se vio interrumpido por un nuevo cambio de destino de su marido, residiendo en las regiones rurales de Cataluña. Es ahora cuando escribe "Ana, madre de Samuel", basado en lecturas bíblicas que el arzobispo francés Darboy incluyó en la obra "Las mujeres de la Biblia", el escrito está fechado en 1848 en Calaf.

A partir de ese momento empezó a escribir en catalán, de todos modos se puede considerar que en 1858 tenía una considerable producción en catalán, ya que Antoni Bofarull la incluye en la antología Los trovadores Nuevos. Entre sus poemas destacan La roja barretina catalana y La batida de las aceitunas. A pesar de todo hay que destacar el hecho de que María José Massanés fue la primera mujer que escribió poesía en catalán. Participó en los Juegos Florales de Barcelona, ​​en los que fue nombrada Reina de los Juegos Florales por Jeroni Rosselló 1862, y en 1864 consiguió una mención por el poema "Creer es vivir", de carácter místico-religioso. En 1879 publicó el último libro "Respirall". Póstumamente se publicó "Poesías" antología de toda su producción en catalán.

Murió en 1887 en Vallcarca (Barcelona). Su biblioteca pasó a formar parte del Museo Balaguer de Vilanova y la Geltrú. Es enterrada en el Cementerio de Poblenou (Dep. I, nicho exterior 210, isla 2a).

Dolores Monserdà, con quien mantuvo amistad, escribió una biografía sobre ella en ocasión que su retrato, obra de la pintora Luisa Vidal, fuera colgado en la Galería de Catalanes Ilustres.

Literatura Catalana (Maria Josepa Massanés i Dalmau [I])

Nacio en Tarragona, 19 de marzo del 1811 - Barcelona, ​​1 de julio de 1887. Fue una escritora y poeta catalana. Maria Josepa se quedó huérfana de madre cuando contaba cinco años, quedando a cargo de su padre, José Massanès y Maestros, coronel de ingenieros. Como su padre era partidario del bando liberal acabó siendo condenado a muerte, consiguiendo librarse de la pena capital y siendo desterrado, lo que hizo que Maria Josepa debiera ser acogida por sus abuelos paternos en Barcelona.

Durante el tiempo que convivimos con los abuelos recibió la educación típica de las mujeres de su clase social (aunque podemos asegurar que dominaba, además del catalán y el castellano, el latín, el italiano y el francés, lo que supone una gran base cultural), pero consiguió imponerse en el ámbito de la realización personal. Este hecho unido a los problemas que la ocasionaron las señales de quemaduras en manos y brazos, y al hecho de tener que ganarse la vida trabajando de bordadora, hicieron que se convirtiera en una defensora de los derechos de la mujer, pudiendo considerarse la una feminista en una época en que este movimiento era prácticamente inexistente.

En 1883 se produce el retorno de su padre como consecuencia de la amnistía que se realiza en un momento de cierta normalización política del país, coincidiendo con el surgimiento del movimiento romántico.
Trató diferentes temas sociales y feministas que le dieron cierta popularidad, y publicó en los periódicos La Religión, El Vapor, La Guardia Nacional. Sus primeros escritos los haga en castellano.
Su conocido poema "El beso" fue publicado en 1837 y se tradujo rápidamente al inglés, idioma en el que tuvo una gran acogida llegando a recomendarlo para uso escolar en algunos estados norteamericanos. Se trata de un poema en el que el tema central es el amor materno presentando ciertas connotaciones personales. La traducción al catalán la haga la misma autora algunos años después de su publicación en castellano.

Leyendas en Barcelona (Estefania Carròs i de Mur [II])

Fue en su testamento, cuando Estefania se confiesa devota de las figuras de Cristo y la Virgen María. Especialmente, dedicó una deja testamentaria para misas en honor de la cinco llagues de Jesucristo, donde se ve su adoración a la Pasión de Jesús, devoción que también se comprueba a partir del inventario de sus bienes, donde se describen varios elementos con motivos relacionados. A la vez sentía especial inclinación por San Francisco de Asís, atraída por el mensaje de pobreza y austeridad, hasta el punto que quiso ser enterrada en el monasterio franciscano de Santa María de Jesús, vestida con sus hábitos. Además, en el testamento dejó escrito el deseo que su féretro fuera conducido por frailes y pobres
La enseñanza que impartió Estefania estaba destinada a integrar plenamente las chicas dentro de la sociedad a la qual pertenecían, proporcionándoles recursos para ser y sentirse útiles. La educación religiosa tenía un papel muy importante en la formación, así como aprender a hilar, coser o leer y escribir; ahora bien, la finalidad última era que pudieran elegir con responsabilidad su futuro. Estefania se sentía plenamente responsable de los compromisos adquiridos hacia sus pupilas, que iban más allá de legados económicos. Este interés de Estefania para que sus alumnas obtuvieran valores pedagógicos y poder valerse por sí mismas, hace que su papel de educadora fuera más allá de una simple aya.

Las doncellas que estuvieron bajo su cargo pertenecían a la nobleza y a la burguesía; a pesar de que también recibieron cierta formación las jóvenes criadas y sirvientes. Se esperaba que la educación que debía de impartir tenía que adquirirse por medio de la religión, el trabajo y la obediencia. Los dos primeros aspectos fueron plenamente cumplidos en su programa educativo; pero, lo que destaca de la figura de Estefania en la educación de la época es que prefirió infundir a sus discípulas una libertad responsable, en lugar de una obediencia ciega.
Una de sus primeras alumnas habría sido Juana de Aragón, hija natural de Juana Nicolau y Ferran II "el Catolic", con quien mantendría una gran relación de amistad y confianza durante años.
Otra de sus discípulas fue Aldonça de So, a quien su padre, el noble Joan de So, dejó una dote que recibiría cuando se casara, siempre que lo hiciera según la voluntad de su maestra. Estefania, en su testamento, deja escrito que Aldonça "pugui casar-se a sa llibertat, i que aquella obligació no la pugui perjudicar en béns ni en altra cosa, com aquesta sia nostra voluntat" (pueda casarse a su libertad, y que aquella obligación no la pueda perjudicar en bienes ni en otra cosa, como esta sea nuestra voluntad)
Estefania Carròs murió en su casa de Barcelona en 1511. El notario Joan Vilaplana fue quién validó el testamento, pero no fue quién lo redactó: Estefania ya disponía de su testamento escrito en doce folios por ambas caras, con múltiples rectificaciones y enmiendas, donde detalla cada una de las disposiciones. Una vez leído, lo entregó al notario con la promesa que lo abriría y lo publicaría después de su muerte.
Su testamento es una fuente de un gran valor documental, primero por la extensión que presenta; en segundo lugar porque nos permite conocer la fuerte personalidad de Estefania al pedir con firmeza que sus voluntades fueran respetadas sin que nadie pudiera interferir en la decisión, ni siquiera el papa; y en último lugar, por la información que se desprende, puesto que nos permite conocer de cerca la educación de las niñas en la práctica cotidiana

Leyendas en Barcelona (Estefania Carròs i de Mur [I])

Nacio en Barcelona, 1455 – Barcelona, 16 de marzo de 1511. Fue una figura relevante de la nobleza de la época, que dedicó la mayor parte de su vida a la educación de doncellas nobles y de la burguesía. La enseñanza más importante que inculcó Estefania a sus alumnas fue el valor de la libertad responsable de cada mujer de escoger su propio destino. Estefania Carròs i de Mur destacó por sus pioneras ideas sobre la libertad femenina, así como por su devoción hacia los pobres. Era hija de Brianda de Mur y de Nicolau Carròs i de Arborea, nombrado por el rey Joan II de Aragón virrei de Cerdeña. Fue la tercera de tres hermanos, con Beatriu Carròs i de Mur, futura mujer de Pedro Maça de Liçana y Dalmau Carròs i de Mur, que se casó con Violant Carròs, condesa de Quirra
A pesar de que su padre estuvo comprometido con la política sarda, Estefania vivió en tierras de la Corona de Aragón, siempre cercana a la corte itinerante. Estuvo muy unida a la familia materna (el linaje de Mur), sobre todo a su tía Isabel de Mur, que se hizo cargo de Estefania cuando su madre también se trasladó a Cerdeña acompañando a su marido. Isabel de Mur estuvo al servicio de la reina Juana Enríquez, y tanto ella como su marido, el noble aragonés Pedro de Urrea, fueron siempre fieles al rey Joan II "el Gran" y a su mujer, Blanca I de Navarra. Posteriormente, los reyes, les agradecieron los servicios prestados permitiendo quedarse en la corte después de su muerte, y estipulando en el testamento que Isabel fuera su ejecutora testamentaria y que continuara su función de aya de su hija Juana de Aragón, futura reina de Nápoles.
Finalmente, Estefania Carròs i de Mur fue nombrada heredera de la mitad de los bienes de su madre y recibió toda la herencia de su tía Isabel. Fue la encargada de cumplir las últimas voluntades de ambas, hecho que comportó el enfrentamiento con otros parientes.
Fue una de las pocas mujeres que en aquella época permaneció voluntariamente cèlibe, viviendo de su profesión. Se cree que fue por convicción que se quedó soltera, después de haber visto varios matrimonios de conveniencia en su entorno, y creyendo que nadie podía forzar el futuro de una mujer. Ideas que la enfrentaban fuertemente con el pensamiento imperante del momento en que vivió.
Hay ciertos aspectos de su vida que recuerdan a las beguines, a pesar de que no se la encuentra declaradamente dentro de este movimiento ni vivió en ningún beaterio. Tampoco entró en un convento porque no tenía vocación de monja, a pesar de su fe. Del mismo modo que Elisabet Cifre, Estefania aseguraba que Dios la había llamado al celibato, pero no al convento y que su vocación se encaminaba a la educación de las doncellas.

Leyendas en Barcelona (Dolors Bonella i Alcanzar [La Moños (II)])


Iba cantando y bailando a todas horas por la plaza del Pedró, la calle Hospital o el mercado de la Boqueria mientras sacudía sin descanso su abanico, tal vez buscando olvidarse de la amargura que la corroía por dentro. Ella saludaba a todos y, aunque a veces soltaba por la boca sapos y culebras, cuando pedía limosna lo hacía con suma delicadeza: "Señorito, ¿quiere que le cante una canción o le recite un versito?".
Foco constante de atención de chicos y grandes, durante los años veinte se le dedicaron poemas, canciones y hasta una obra en el Teatro Circo Barcelonés. Al final de cada sesión se la hacía subir al escenario para que el público contemplara a la protagonista de aquel drama. Sucia artimaña, convertir en esperpento la desdicha de un ser tan vulnerable. En eso no hemos cambiado tanto, si acaso hemos ido a peor, y sabrá de qué hablo cualquiera que tenga un televisor en casa. Más recientemente se ha rodado alguna película sobre ella y hasta tiene una figura en el Museo de Cera de la Rambla.
Sus últimos años, cuando ya los achaques de la edad no le permitían pasarse los días de aquí para allá, transcurrieron en la Casa de la Caridad, una institución benéfica que estaba en la calle Montalegre, en el edificio que hoy ocupa el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona). Hasta que un día de septiembre de 1940 fue a parar al Hospital del Mar para abandonar este mundo, dejando como legado entre quienes la conocieron, eso sí, el recuerdo de su libertad indomable. Y también el dicho con que los de Barcelona seguimos agasajando a quien es siempre bien recibido allá donde se presente: "¡Eres más popular que la Moños!".

fuente: "Mujeres de Barcelona", editorial Incorpore


Leyendas en Barcelona (Dolors Bonella i Alcanzar [La Moños (I)])

En los tiempos en que la Barcino romana parecía más un pueblucho que una urbe, la Rambla era un torrente situado fuera de las murallas, uno de esos típicos cauces mediterráneos que solo llevan agua cuando llueve a cántaros y que se secan tan pronto como vuelve a lucir el sol. A finales del siglo XVIII, cuando Barcelona ya se extendía desde la Ciudadela hasta las faldas de Montjuïc, la Rambla fue embellecida y se convirtió en la arteria principal de la ciudad, un paseo por el que transitaban a todas horas los barceloneses, ricos y pobres, en carruaje o a pie, y por el que se aventuraban en busca de hotel o fonda los forasteros que desembarcaban en el puerto.

De los personajes que más ramblearon la Rambla, existe uno del que cualquier nacido en Barcelona ha oído hablar alguna vez: "la Moños" (1851-1940). Se llamaba según unos Dolors Bonella, según otros Dolors Vega, y era vecina de la desaparecida calle Cadena, en la actual Rambla del Raval. A principios del siglo XX llevaba un vida humilde como costurera hasta que un día perdió la chaveta por culpa de la muerte prematura de una hija, atropellada por un coche de caballos. Sobre este mal trago existen varias versiones y hay quien afirma que en realidad la niña le fue arrebatada por el padre, un supuesto caballero de la alta sociedad con el que Dolors habría tenido una relación y que no estaba dispuesto a que su hija se criara en el ambiente mísero del Raval.
El caso es que desde que perdió la cordura, y esto sí que es innegable, se la veía a menudo ataviada con vestidos de colores chillones, los mofletes repintados y los pelos recogidos en moños adornados con cintas y flores que le regalaban las floristas de la Rambla