Manuel Carrasco Formiguera, nacio en Barcelona, 3 de abril de 1890 - muere asesinado en Burgos, 9 de abril de 1938, fue un abogado y político español de ideología democristiana del nacionalismo catalán del primer tercio del siglo XX.
De joven militó en la Joventut Nacionalista de la Lliga Regionalista y en 1920 fue elegido concejal por este partido en la corporación municipal de Barcelona. En 1922 participó en la fundación de Acció Catalana, y este mismo año creó L'Estevet, semanario nacionalista dónde se publicaron unas caricaturas críticas con la dictadura de Primo de Rivera, a consecuencia de lo cual fue enviado a prisión.
En 1930 fue uno de los firmantes del Pacto de San Sebastián, en representación de Acció Catalana, y al proclamarse la República (1931) fue nombrado consejero de Sanidad y Beneficencia en el primer gobierno de la Generalidad catalana de Francesc Macià. Meses después fue elegido diputado por Gerona a las Cortes Constituyentes de la República, dentro de la candidatura de la Coalición Catalana Republicana, que agrupaba a los partidos republicanos de centro e izquierda.
En las Cortes destacó su defensa de la integridad del Estatuto de Núria. Respecto de la cuestión religiosa en la Constitución de 1931 intentó la conciliación de los católicos con la República, reconociendo "el error gravísimo [que cometieron buena parte de los católicos] de identificar la suerte de la Iglesia y de la religión en España con la monarquía y con la Dictadura". Propuso una enmienda para que se suprimiera el artículo 3º de la Constitución ("El Estado no tiene religión oficial") y se dejara para el articulado los términos concretos de la separación de la Iglesia y el Estado, para evitar molestar innecesariamente "los sentimientos católicos de muy buena parte de la Nación". En su argumentación hizo un llamamiento a la mayoría no católica de las Cortes Constituyentes para que abandonara su "actitud de intransigencia"
En 1932 fue expulsado de Acció Catalana junto con de otros miembros del sector católico del partido e ingresó en Unió Democràtica de Catalunya, creada poco antes. Pronto se destacó como uno de los principales dirigentes del partido, accediendo a su Comité de Gobierno en 1933.
Iniciada la Guerra Civil (1936), Carrasco se mantuvo leal a la República sin abandonar su ideología democristiana. Su mediación salvó la vida de numerosos perseguidos. Estos hechos le supusieron recibir denuncias periodísticas y ser acosado por sectores anarquistas y comunistas del bando republicano en Cataluña. Esta situación le forzó a trasladarse al País Vasco, dónde colaboró con el gobierno del lehendakari Aguirre. Con la ocupación por el ejército sublevado de Guipúzcoa (febrero de 1937), decidió volver a Cataluña dónde fue nuevamente acosado. Decidió volver entonces a a Vizcaya, aún en manos de la República, con toda su familia, como representante de la Generalidad catalana ante el Gobierno de Euzkadi. La última parte de su trayecto debía transcurrir por mar, entre Bayona (Francia) y Bilbao. Sin embargo, el vapor-correo Galdames en el que iba fue interceptado por el crucero Canarias (batalla del cabo Machichaco) y Carrasco encarcelado. Fue trasladado al penal de Burgos, y condenado a muerte en un juicio sumarísimo llevado a cabo el 28 de agosto de 1937 por el delito de "adhesión a la rebelión". (sorprende la acusación que en todos los asesinados por el franquismo es de rebelión, cuando lo rebeldes eran los hijo putas franquistas, y los republicanos defendian la legitimidad escogida por el pueblo)
La ejecución de la sentencia se demoró ocho meses, y se llevó a cabo el 9 de abril de 1938, a pesar de las gestiones del Vaticano. La ejecución la ordenó personalmente Franco, en reacción a la protesta de varios gobiernos extranjeros, entre los que incluía el del Vaticano, contra los bombardeos por parte de la aviación franquista de objetivos civiles (como los que tuvieron lugar el 16, 17 y 18 de marzo contra Barcelona, condenados públicamente por la Santa Sede a través de una nota oficiosa publicada el 24 de marzo en L'Osservatore Romano).
De joven militó en la Joventut Nacionalista de la Lliga Regionalista y en 1920 fue elegido concejal por este partido en la corporación municipal de Barcelona. En 1922 participó en la fundación de Acció Catalana, y este mismo año creó L'Estevet, semanario nacionalista dónde se publicaron unas caricaturas críticas con la dictadura de Primo de Rivera, a consecuencia de lo cual fue enviado a prisión.
En 1930 fue uno de los firmantes del Pacto de San Sebastián, en representación de Acció Catalana, y al proclamarse la República (1931) fue nombrado consejero de Sanidad y Beneficencia en el primer gobierno de la Generalidad catalana de Francesc Macià. Meses después fue elegido diputado por Gerona a las Cortes Constituyentes de la República, dentro de la candidatura de la Coalición Catalana Republicana, que agrupaba a los partidos republicanos de centro e izquierda.
En las Cortes destacó su defensa de la integridad del Estatuto de Núria. Respecto de la cuestión religiosa en la Constitución de 1931 intentó la conciliación de los católicos con la República, reconociendo "el error gravísimo [que cometieron buena parte de los católicos] de identificar la suerte de la Iglesia y de la religión en España con la monarquía y con la Dictadura". Propuso una enmienda para que se suprimiera el artículo 3º de la Constitución ("El Estado no tiene religión oficial") y se dejara para el articulado los términos concretos de la separación de la Iglesia y el Estado, para evitar molestar innecesariamente "los sentimientos católicos de muy buena parte de la Nación". En su argumentación hizo un llamamiento a la mayoría no católica de las Cortes Constituyentes para que abandonara su "actitud de intransigencia"
En 1932 fue expulsado de Acció Catalana junto con de otros miembros del sector católico del partido e ingresó en Unió Democràtica de Catalunya, creada poco antes. Pronto se destacó como uno de los principales dirigentes del partido, accediendo a su Comité de Gobierno en 1933.
Iniciada la Guerra Civil (1936), Carrasco se mantuvo leal a la República sin abandonar su ideología democristiana. Su mediación salvó la vida de numerosos perseguidos. Estos hechos le supusieron recibir denuncias periodísticas y ser acosado por sectores anarquistas y comunistas del bando republicano en Cataluña. Esta situación le forzó a trasladarse al País Vasco, dónde colaboró con el gobierno del lehendakari Aguirre. Con la ocupación por el ejército sublevado de Guipúzcoa (febrero de 1937), decidió volver a Cataluña dónde fue nuevamente acosado. Decidió volver entonces a a Vizcaya, aún en manos de la República, con toda su familia, como representante de la Generalidad catalana ante el Gobierno de Euzkadi. La última parte de su trayecto debía transcurrir por mar, entre Bayona (Francia) y Bilbao. Sin embargo, el vapor-correo Galdames en el que iba fue interceptado por el crucero Canarias (batalla del cabo Machichaco) y Carrasco encarcelado. Fue trasladado al penal de Burgos, y condenado a muerte en un juicio sumarísimo llevado a cabo el 28 de agosto de 1937 por el delito de "adhesión a la rebelión". (sorprende la acusación que en todos los asesinados por el franquismo es de rebelión, cuando lo rebeldes eran los hijo putas franquistas, y los republicanos defendian la legitimidad escogida por el pueblo)
La ejecución de la sentencia se demoró ocho meses, y se llevó a cabo el 9 de abril de 1938, a pesar de las gestiones del Vaticano. La ejecución la ordenó personalmente Franco, en reacción a la protesta de varios gobiernos extranjeros, entre los que incluía el del Vaticano, contra los bombardeos por parte de la aviación franquista de objetivos civiles (como los que tuvieron lugar el 16, 17 y 18 de marzo contra Barcelona, condenados públicamente por la Santa Sede a través de una nota oficiosa publicada el 24 de marzo en L'Osservatore Romano).
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