martes, 23 de febrero de 2016

Asesinos en Serie (Herbert Mullin [IV])

El único testigo fue una mujer que, mientras se dirigía a la iglesia, vio salir corriendo a un hombre vestido de negro (Herbert) en la lejanía. Luego la mujer encontró el cadáver e informó a la Policía aunque nunca obtuvieron nada contundente que fuera previo a lo extraído en el juicio de Herbert.
Según el psiquiatra Donald Lunde, el asesinato del Padre Tomei fue el que más afectó a la cordura de Herbert, él había querido desfogar la ira que tenía acumulada contra su padre (que era muy católico y severo) y, para eso, había decidido matarlo de manera simbólica en la persona del Padre Tomei. Pero eso, en opinión de Lunde, habría de generarle posteriormente una crisis de culpa que le llevaría a querer restituir la deuda de conciencia con su padre. Por lo anterior, ya que su padre era un héroe de guerra, y también porque al entrar a las Fuerzas Armadas él podría desfogar su agresividad matando bajo el amparo del Estado, Herbert Mullin decidió unirse a los Marines de Estados Unidos.
El asesino logró pasar los exámenes físicos y psiquiatricos, pero se le negó su adminisión debido a su historial delictivo, ya que tenía arrestos menores y un extraño comportamiento. Este rechazo reforzó los delirios conspiratorios en la mente de Mullin, el cual estaba convencido que sus oponentes eran un grupo de poderosos hippies
n enero de 1973, Herbert llegó a pensar que eran las drogas las que habían llevado su vida a la ruina y las que le habían impedido honrar a su padre, ya que fue por los delitos que había cometido en la época en que consumía por lo que no lo dejaron ingresar a las Fuerzas Armadas. Pero, en la mente de Herbert, las cosas no se podían quedar así: su vida había sido destruida por los trastornos que las drogas le habían causado y existía un culpable principal, alguien que debía pagar con el máximo precio posible: Jim Gianera, su amigo que le había introducido en las drogas años atrás. Gianera, sea cómo fuera, debía morir.
Cuando Herbert llego a la casa de Gianera el 25 de enero de 1973, descubrió que su "amigo" se habia mudado y la cabaña estaba ocupada por Kathy Francis. Ella le dio la dirección de la nueva casa de Gianera.
El crimen fue una atrocidad digna de llevarse a la Gran Pantalla. Herbert tocó la puerta y Gianera lo recibió. Sin darle tiempo a reaccionar, Herbert lo increpó por haberlo introducido al mundo de las drogas y, tras gritarle con los ojos vidriosos y la voz quebrada por el llanto que se estaba burlando de él y lo estaba engañando (la frase exacta que usó fue “¡You’re claptrapping me!”), le disparó a Gianera por detrás mientras aquel corría intentando escapar. Entonces, aún con vida y con parte de la escalera recorrida (la casa era de dos plantas), Gianera se arrastró gimiendo y goteando sangre por los escalones, empujó la puerta de su cuarto y, antes de que su mujer consiguiera refugiarse con él en el baño (la mujer se estaba duchando previamente), Herbert les disparó a ambos en la cabeza. Sin estar satisfecho con matarlos, el asesino dejó fluir toda la ira y el rencor que tenía guardado hacia Gianera y sacó su puñal y lo introdujo una y otra vez en las cabezas de Jim Ralph Gianera de 25 años y su esposa Joan Gianera de 21 años…Horas después, la madre de Joan, que se encargaba de cuidar al hijo (por suerte no estaba en el momento del crimen) de los Gianera, encontró el cadáver de su hija y de su yerno
Pero la misión de venganza aún no estaba completa. Kathy Francis sabía que él había ido a la casa de los Gianera y podía hacer que la Policía lo capture demasiado pronto: ella, aunque inocente, estaba condenada a ser una víctima más en la venganza del desquiciado Herbert Mullin. Determinado a cumplir cada punto del plan, el asesino regresó en su coche a la cabaña de los Francis, estacionó su vehículo en la carretera para que no se bloqueara en el barro que rodeaba la cabaña, tocó la puerta y esperó.
Kathy Francis, al abrirle, se desplomó en un charco de sangre tras recibir un disparo en el pecho y otro en la frente. Implacable, Herbert se dirigió rápidamente al cuarto en el que supuso que los dos hijos (Daemon de 4 años y David de 9)  de la pareja estaban, abrió la puerta con violencia y los fulminó a tiros y, en un arrebato de ira y bestialidad, comenzó a apuñalar los cadáveres de los tres inocentes.


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