
En el colegió Mullin sobresalió como
estudiante y deportista. Era popular, tenía muchos amigos, una novia
estable y hasta fue escogido por sus compañeros como el alumno que
tendría más posibilidades de éxito.
Por aquel entonces todo en su vida
parecía estar bien e incluso era un experto tirador que en varias
ocasiones había ganado los premios de la Asociación Nacional de Tiro.
Sin embargo, poco después de su graduación, uno de sus mejores amigos,
Dean, murió en un accidente de moto y Herbert quedó devastado y su
estabilidad mental comenzó a desmoronarse.
Según ciertos psiquiatras que estudiaron a Herbert, aquel incidente fue
el gatillo que detonó el progresivo deterioro de su cordura. De hecho,
Herbert quedó tan afectado por la muerte de su amigo que le levantó un
santuario en su habitación y comenzó a pasar horas enteras encerrándose
en su cuarto mientras, sumido en la más honda depresión, rememoraba a su
amigo. Fue allí que, tras preguntarse si la muerte de Dean era una
especie de sacrificio cósmico, Herbert empezó a obsesionarse con la idea
de la reencarnación, llegando incluso, pese a su crianza católica, a
estudiar religiones orientales para hallar respuestas a la pérdida de su
amigo y a las voces que hablaban en su cabeza (padecía trastornos
esquizofrénicos)
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