Las autoridades, que sabían que Katy y su esposo estaban metidos en el
mundo de la droga, sospecharon que podía tratarse de una venganza pero a
fin de cuentas no supieron bien qué hacer con el crimen. En primera
instancia, aunque contra natura, se sospechó de Bob Francis ya que la
Policía lo tenía fichado como traficante. Lo llevaron a un
interrogatorio y le hicieron dar una lista exhaustiva de traficantes de
droga, rivales, enemigos personales y todo inadaptado social o
delincuente que él conociera y considerase relevante para el caso.
Herbert Mullin, al no constar en la lista, logró una vez más
escabullirse de la Policía. Por esa misma fecha Edmund Kemper (otro
asesino en serie) andaba cometiendo crímenes atroces en la misma zona y
alguno de los crímenes de Herbert se le adjudicaron incorrectamente a Ed
Kemper.
n mes despues, a principios de febrero de 1973, Mullin paseaba por el parque estatal Henry Cowell Redwoods, cuando encontró cuatro adolescentes hippies acampando. Herbert se hizo pasar por un guardabosque del parque y dijo que estaban contaminando el bosque, pero ellos se rieron cuando les pidió que se fueran. Mullin se les quedó mirando lleno de ira ya que ellos representaban todo cuanto había echado a perder su vida. En su mente, las alucinaciones auditivas se dispararon y se creó un diálogo en que él le preguntaba a cada uno de ellos si aceptaba ser ejecutado. Todos aceptaron. En realidad, después de reírse un rato de la cara enfadada de Herbert, los chicos regresaron a sus cosas sin pensar que, en cuestión de segundos, el asesino sacaría su revólver para ejecutarlos uno por uno. Nadie sobrevivió: el último, que pudo haber escapado, se enredó en su tienda de campaña mientras intentaba correr y, antes de alcanzar a desenredarse, fue ejecutado. Herbert inspeccionó un poco en las pertenencias de los chicos, tomó un rifle y 20 dólares y se marchó. Una semana después se encontraron los restos de David Oliker de 18 años, Robert Spector de 18, Brian Card de 19 y Mark Dreibeldis de 15.
n mes despues, a principios de febrero de 1973, Mullin paseaba por el parque estatal Henry Cowell Redwoods, cuando encontró cuatro adolescentes hippies acampando. Herbert se hizo pasar por un guardabosque del parque y dijo que estaban contaminando el bosque, pero ellos se rieron cuando les pidió que se fueran. Mullin se les quedó mirando lleno de ira ya que ellos representaban todo cuanto había echado a perder su vida. En su mente, las alucinaciones auditivas se dispararon y se creó un diálogo en que él le preguntaba a cada uno de ellos si aceptaba ser ejecutado. Todos aceptaron. En realidad, después de reírse un rato de la cara enfadada de Herbert, los chicos regresaron a sus cosas sin pensar que, en cuestión de segundos, el asesino sacaría su revólver para ejecutarlos uno por uno. Nadie sobrevivió: el último, que pudo haber escapado, se enredó en su tienda de campaña mientras intentaba correr y, antes de alcanzar a desenredarse, fue ejecutado. Herbert inspeccionó un poco en las pertenencias de los chicos, tomó un rifle y 20 dólares y se marchó. Una semana después se encontraron los restos de David Oliker de 18 años, Robert Spector de 18, Brian Card de 19 y Mark Dreibeldis de 15.
El último homicidio sucedió tres días
después, el 13 de febrero. Herbert no tenía planeado asesinar a nadie
ese día, simplemente iba a llevar leña a casa de sus padres cuando de
pronto en su cabeza oyó la voz de su padre diciéndole: "No entregues un solo palo de madera hasta que no hayas matado a alguien"
En primer lugar la voz le había
solicitado la muerte del tío Enos pero, tras la negativa de Herbert, la
voz decidió contentarse con la muerte de cualquiera. Cansado de sus
misiones de asesinatos pero a la vez sabiéndose incapaz de parar por su
cuenta, Herbert Mullin decidió cometer un crimen imprudente y estúpido
para ver si todo acababa. Así, en medio de una mañana tranquila y
nublada, Herbert vio a un anciano en la calle, se le quedó observando un
rato desde su coche, se bajó, le disparó con el rifle que había robado
del campamento de los cuatro jóvenes hippies, se subió de nuevo, dio
marcha atrás con su coche con calma y se marchó. Muchos vieron cómo mató
a Fred Perez, un boxeador retirado de 72 años. Incluso, alguien que vio
el crimen desde su ventana alcanzó a ver el número de la matrícula y
llamó a la Policía. Momentos más tarde, Herbert fue capturado por la
Policía mientras se desplazaba en su camioneta Chevy cargada de leña.
Aquel fue su último crimen.
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