miércoles, 10 de febrero de 2016

Asesinos en Serie (Paul John Knowles [IV])

Después del crimen de Wine y su hija, Paul siguió viajando y el 19 de octubre llegó a Woodford, en Virginia. Esta vez el turno fue de Doris Hovey, una mujer de 53 años a la que Paul asesinó con el rifle de su esposo (quien estaba ausente al momento del crimen), limpiando después sus huellas dactilares y dejando el arma junto al cadáver de Doris…
Continuando su itinerario de sangre en el vehículo robado del ya difunto William Bates, Paul recogió a dos autoestopistas en Key West, Florida. Habría podido abusar carnalmente de ellas para después estrangularlas y abandonar sus cadáveres como dos latas de soda que uno bebe y arroja al borde de la carretera; pero, antes de que les hiciera cosa alguna, un policía detuvo a Paul por infracción de tránsito. El policía no tenía idea del monstruo con el que estaba tratando, así que lo dejó ir tras regañarlo y advertirle de las consecuencias que podría tener el incurrir de nuevo en esa u otra infracción vehicular. Hasta ese momento las chicas no imaginaban quién era Paul, y afortunadamente nunca lo descubrieron por experiencia propia, ya que Paul las dejó en las afueras de Miami sin hacerles nada, pues se había quedado asustado después de la detención por infracción de tránsito. Inclusive, tan nervioso estaba que contactó a su abogado; y éste, en una reunión con Paul, le sugirió que se rinda y se entregue, pero Paul rechazó la propuesta, aunque había ya confesado sus crímenes, y el abogado lo había grabado.
Pese al susto que se llevó al ser detenido por infracción vehicular, Paul no se detuvo. Así, el 6 de noviembre en Macon (Georgia), Paul se hizo amigo de Carswell Carr y, tras tomarse unos tragos con él, fue invitado a su casa para que pase la noche. Sin embargo, el agradecimiento de Paul se manifestó apuñalando con tijeras a Carswell y estrangulando a su hija de quince años, con cuyo cadáver intentó tener sexo necrófilo pero no pudo pues le apareció su impotencia (sufría de impotencia no permanente).
Justo un día después (7 de noviembre), algunos policías entraron a la casa de Carswell, hallando una escena espeluznante: muebles volteados que parecían haber sido arrojados, libros desparramados en el suelo, filudos trozos de espejos y otras cosas de vidrio desperdigados, etc. En el dormitorio principal yacía el cadáver de Carswell Carr: desnudo, con las manos atadas a la espalda, y con heridas de tijera por todo el cuerpo, enrojecido y humedecido por los pinchazos que lastimosamente no lo mataron, ya que su dolor fue tal que, según dictaminaron los forenses, falleció por un infarto, quizá debido a que, de la forma en que había recibido los 27 cortes de tijera, se conjeturaba que la intención de Paul había sido la de proporcionarle una muerte lenta y llena de agonía. Por su parte, en otra habitación menos grande y ubicada al final del pasillo, estaba boca abajo el cuerpo desnudo de Mandy, la hija quinceañera de Carswell, cuyo cadáver tenía una media envuelta en el cuello y otra metida en la garganta, mas no presentaba cortaduras pues, según se vio después, el asesino había intentado (sin éxito) tener sexo con el cuerpo sin vida de la chica, para lo cual era mejor tenerlo en buen estado… En cuanto a la esposa de Carswell, ésta se salvó ya que, en las horas de la noche en que tuvo lugar el crimen, ella estaba trabajando.



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