miércoles, 10 de febrero de 2016

Asesinos en Serie (Paul John Knowles [V])

Por último, muchas cosas desaparecieron de la casa de los Carr aquella noche, pues Paul robó ropa de Carswell, un maletín, un kit de afeitar, llaves, un reloj de Mickey que usaba Mandy, un reloj digital que colgaba de la pared, algunos papeles, y las tarjetas de crédito de Carswell. Todo eso no respondía únicamente a la ambición, ya que Paul usó la ropa y las tarjetas de Carswell para hacerse pasar por él (ante gente que supuestamente no tenía por qué conocer a Carswell). No obstante, un joven informó a la Policía sobre un pelirojo alto y bigotón que había comprado una grabadora y cintas de gravar, usando para eso una tarjeta de crédito de Carswell.
El 8 de noviembre, en el bar Holliday Inn de Atlanta (Georgia), Paul conoció a la periodista británica Sandy Fawkes. Inicialmente, Sandy estaba cansada y desanimada, bebiendo tras fracasar en una misión periodística en Washington. De pronto vio llegar a Paul en uno de los elegantes trajes de Carswell, y se impresionó por su “buen aspecto demacrado”, pensando que debía ser europeo por la actitud, el porte y la apariencia. Al acercársele, Paul la invitó a bailar pero Sandy se negó diciendo que tenía que trabajar, y efectivamente no bailaron; aunque, cuando ella volvió al bar, otra vez se lo encontró, y como le pareció que era “en realidad muy guapo”, no pudo resistirse y conversó con él, luego fue a cenar y finalmente acabó en la cama, aunque dijo que Paul tenía problemas sexuales y no podía lograr una erección sin autoestimulación previa, pese a lo cual tenía un sentido del humor que le permitía reírse de sí mismo. Por otro lado, Sandy dijo que percibió en Paul un sujeto con una necesidad interna de ser querido, característica que en parte ayudó a que lo percibiese como una buena compañía. Y afortunadamente no se equivocó con lo de la necesidad interna de ser querido, ya que tiempo después, cuando lo esperable era que Paul la mate, éste no le hizo nada, no porque pensara que ella podía inmortalizarlo en un libro, sino porque realmente, debido a su necesidad de afecto, le había tomado cariño.
Prosiguiendo con las memorias de Sandy, ésta contó que varias veces ella y Paul bromearon sobre cuál asesino serial encajaba mejor con él, mencionando entre otros a Albert DeSlvo, a Charles Manson, a Dean Corll, o incluso a Juan Corona. Ella nunca pensó que existía una oscura verdad detrás de esas bromas, aunque confesó asustarse con la “expresión de animal acorralado” que dos veces asumieron los labios de Paul cuando este se levantó súbitamente, al parecer medio sonámbulo.
Ahora, y pese a ser un monstruo homicida, el “reservado y preocupado” Paul tenía un pequeño lado humano que manifestaba en su capacidad de sentir afecto y en cosas como, según contó Sandy, una “apasionada” creencia en Dios y un anhelo por “dejar una marca en la vida”, por ser “recordado por algo”, deseo éste último algo frecuente en asesinos seriales, como por ejemplo en el Monstruo de los Andes (Pedro Alonso López), quien estando en la prisión preguntó ante las cámaras de los periodistas: “¿esto pasa a la historia?”… Y es que en el fondo Paul se preguntaba lo mismo que Pedro Alonso López, ya que una vez le preguntó a Sandy si podía escribir un libro sobre él. A ella la idea le pareció absurda y solo le siguió la corriente, aunque Paul le dijo que no le quedaba mucho tiempo de vida, que aproximadamente “dentro de  un año”  lo asesinarían por algo que había hecho, y que su abogado tenía custodiadas unas grabaciones que, de revelarse tras su muerte, podrían hacer surgir titulares en todo el mundo y darle a ella material suficiente como para un libro que podría tener gran éxito.  De momento ella dudó de todas esas cosas, pero después las creyó, y vio que Paul tenía razón con la idea del libro; aunque, para cuando eso sucedió, Paul ya no estaba vivo.


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