viernes, 28 de agosto de 2015

Misterios en la Peninsula Iberica (Ochate [II])

El labrador Víctor Moraza, fue el primero en denunciar en 1947 la presencia de luces extrañas sobre las ruinas de Ochate. Ese mismo año, los vecinos de los alrededores vieron como un rayo caía sobre la Ermita de Ochate. Victor Moraza de Imiruri encontranba donde cayó ese mismo rayo, poco después, un extraño medallon de la Virgen de Burgondo. Casualmente tambien desapareció pocos días despues, de él solo quedan algunas imagenes recogidas por los periodistas o los lugareños.

De nuevo el pueblo de Ochate saltó a la fama el 24 de julio de 1981. Aquel día, un joven empleado de banca llamado Prudencio Muguruza, fotografió un objeto de color blanquecino que parecía impactar contra la torre del pueblo. Un año más tarde, las instantáneas fueron publicadas en la revista Mundo Desconocido, lo que acabó por convertir a estos páramos burgaleses en destino de curiosos, investigadores y periodistas.
"Estaba paseando por el lugar y, cuando anochecía, al salir de un bosque cerrado, llegué a una campa y vi un fogonazo. Incluso el perro que me acompañaba se puso nervioso. Se iluminó todo, miré hacia arriba y vi la esfera", explicó entonces Prudencio Muguruza. 
Solo debieron pasar cinco añoas para que el empresario Fernando Gil, tuviera una experiencia paranormal. Según sus declaraciones: "... encontrándose junto a la torre de Ochate, pudo oír unas pisadas que formaban un circulo que se iban cerrando a su alrededor, hasta que notó como una mano invisible le tocaba el hombro".
En Julio de 1987 la primera y tercera compañías de carros blindados de la base militar de Araca (Vitoria) estuvieron perdidas durante más de cuatro horas deambulando por una espesa niebla en Ochate. Entre una y otra compañía no podían establecer contacto alguno pese a que les separaban apenas 300 m. Los equipos de comunicación no funcionaban, había unas inexplicables interferencias, y las dos compañías estuvieron deambulando por las inmediaciones del pueblo durante cuatro horas sin encontrarse entre sí. Por lo raro de la situación y debido a la imposibilidad de comunicación, el sargento Resines, a cargo de una de las compañías, decidió salir a buscar a la otra y conociendo bien la zona admitió que por unos momentos se sintió perdido sin conocer donde se encontraba y tuvo que volver.
 Debido a la situación de desconcierto y nerviosismo, el capitán Aparicio ordenó volver a la base.
 En ese mismo año un grupo de investigadores entre los que se encontraba Alberto Fernández, decidieron ir a Ochate. Cuando se dirigían a los coches, se encontraron a Alberto Fernández muerto dentro de su coche.
Algunos meses después de su muerte, esos mismos investigadores escucharon una especie de lamentos en el cobertizo de Ochate, se asomaron por la puerta y vieron una figura humana con barba y nariz aguileña como la de Alberto Fernández, según relataron después.
¿Un nuevo misterio volaba sobre Ochate?

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