lunes, 31 de agosto de 2015

Asesinos en serie (Romasanta "El Hombre Lobo Español" [II])

Corría el año 1846. Manuela García Blanco, vecina del pueblo orensano de Rebordechao (Allariz), había decidido buscar su futuro y el de su hija Petra, de 6 años, fuera de Galicia. Manuela, nacida el 15 de diciembre de 1799, pensaba encontrar en Santander una buena casa en la que servir ganando unos dineros
con los que sacar adelante a su hija. Hasta entonces servía en casa de Dª Brígida Aguiar y D. Luis García, pero ahora, medio divorciada de Pascual Merrello, había decidido vender todos sus bienes y marcharse del pueblo. Y Manuel, el tendero ambulante (entre otros oficios) que tan bien conocía los caminos del país, se había ofrecido a escoltarla hasta Cantabria, donde había prometido conseguirle ese ansiado trabajo.
Tras despedirse de sus hermanas, que por desgracia no tardarían en reunirse con ella, Manuela y su pequeña salieron del pueblo rumbo al norte.
Semanas más tarde, Manuel Blanco, el tendero ambulante, volvió por el pueblo. Ante las preguntas de los familiares de Manuela respondió que ella y su hija habían quedado muy bien colocadas en casa de un cura… Y otras vecinas del pueblo, alentadas por tan envidiable perspectiva de futuro, decidieron seguir los pasos de Manuela, abandonando Robordechao en compañía de Manuel Blanco “el tendero”.
Poco después sería Benita García quien partiría en compañía de Romasanta, en dirección a la casa de un cura de Santander donde encontraría empleo… y más tarde Josefa García, Antonia Rua… algunas de ellas viajarían con sus hijos, de corta edad. Y ninguno de ellos volvería a ser visto con vida jamás.
Pasaron las semanas, los meses y los años, y la inquietud dejó paso al temor y a la sospecha, entre los familiares de los desaparecidos. Y los rumores en torno a que algo terrible podía haber ocurrido a las mujeres y niños que viajaban con “el tendero” empezó a circular en los bosques de Galicia, llegando a oídos del mismísimo Romasanta, que decidió no volver a pisar su tierra natal, para evitar las iras de las familias, y el brazo de la Ley.
Sin embargo el caprichoso destino decidió que se hiciese justicia, y por una sorprendente casualidad, el 2 de julio de 1852 Manuel Blanco Romasanta fue detenido. Ocurrió en la villa de Nombela, partido judicial de Escalona (Toledo).
El siempre negó ser ese Romasanta, pero de todas formas fue llevado a Verín para ser juzgado. En el juzgado de Verín, su actitud cambió notablemente. Tras la detención, vino el juicio, por el que un sumario de más de 2000 folios detallaba al menos trece muertes, la mayoría mujeres. Este sumario desvela como, bajo la incredulidad de los presentes en el juicio, Romasanta declaraba que era víctima de una maldición que le hacía cometer los asesinatos. El decía entrar en un estado en el que su actividad humana cesaba y se convertía en lobo, estado que le duraba entre dos y ocho días. Así recorría los montes, acechando y merodeando. Además reconocía estar consciente en todo momento pero no poder hacer nada para frenar esa maldición, aunque después del trance se sentía muy arrepentido de los hechos.


Durante el largo litigio, Romasanta confesó trece crímenes cometidos bajo el influjo de una maldición. Sus víctimas fueron:
- Manuela García, de 47 años de edad, y su hija Petra, de 15 años, que fueron asesinadas en la Sierra de Mamede mientras viajaban a Santander con Romasanta.
- Benita García Blanco, de 34 años de edad, y su hijo Francisco, de 10 años, asesinados en Corgo de Boi, durante otro viaje a tierras cantabras.
- Antonia Rua, de 37 años de edad, y su hija Peregrina. Perdieron la vida mientras se trasladaban a Orense en el bosque de As Gorvias.
- José Pazos, de 21 años de edad, corrió la misma suerte que los anteriores al desplazarse a casa de unos familiares en As Gorvias.
- Josefa García, madre de José Pazos, también fue asesinada en el mismo lugar que su primogénito.
- María Dolores, de 12 años de edad, fue asesinada y despedazada en los bosques de A Redondela.

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