lunes, 28 de noviembre de 2016

Literatura Catalana (Alfred Badia i Gabarró [III])

La movilización llevó Alfred Bahía en Aragón, concretamente en la zona de Barbastro, donde tuvo tiempo para leer y escribir teatro y poesía, que se perdieron en la confusión de los bombardeos y de la retirada. La compañía del practicante Alfred Bahía pasó la frontera de El Pertús a finales del 1938 y fue a parar al campo de concentración de Argelès. Tras superar una infección de fiebre tifoidea Alfred Bahía optó por volver a Barcelona con su madre, que había estado gravemente enferma durante la guerra.

Reanudó, pues, el trabajo de gerente comercial en la misma empresa donde se había estrenado; la losa del franquismo alentó un resurgimiento de la fe católica de los años de niño. Hundido y derrotado, Alfred Bahía buscaba desde el primer momento resquicios que permitieran actuar a favor de la lengua, pero los primeros cuarenta las opciones eran nulas, especialmente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona donde había matriculado . Los cursos comunes le obligaron a aprender los rudimentos del griego clásico y mejorar su latín, pero también perfeccionó por su cuenta los conocimientos de italiano, de francés, de inglés y de alemán. Pere Font y Puig fue el catedrático que imponía más respeto y admiración; en cambio la relación con Tomás Carreras Artau fue más personal y fluida.

En 1948 Alfred Bahía ya tenía 36 años cuando obtuvo la licenciatura en filosofía (con Premio Extraordinario). Aunque ocasionalmente escribió reseñas y textos de encargo sobre historia del pensamiento catalán, la urgencia de ganarse la vida le apartó del mundo académico. El 15 de septiembre del año anterior contrajo matrimonio con una antigua compañera del Ateneo, María Dolores Pàmies, que después de la guerra había tenido que dejar la carrera de maestra de la República y se dedicaba a la enseñanza privada . Fue por influencia de su mujer que Alfred Bahía aconteció profesional de la enseñanza secundaria. Pronto encontró trabajo en el Colegio de los Jesuitas de la calle Caspe. Y continuaba escribiendo poemas y piezas de teatro en catalán con pocas esperanzas de ser leído, ni siquiera si algún día acababa de traducir en verso catalán todos "Los sonetos a Orfeo" de Rainer Maria Rilke, descubiertos a principios de los cincuenta.

Cuando la dictadura franquista comenzó a tolerar el uso público del catalán en los años sesenta, Alfred Bahía se apresuró para estar presente en todos los actos relacionados con las letras del país, desde los encuentros en Cantonigròs, a los Premis de la Nit de Santa Llucía, a las reuniones de la Penya Santamaria. En 1961 esta asociación le concedió un premio de teatro para una comedia agridulce protagonizada por una mujer cibernética: "Calpurnia". La Agrupación de Arte Dramático de Barcelona la representó, censurada y en sesión única, en el Palau de la Música Catalana el año siguiente. Alfred Bahía comenzaba su aventura de escritor a los cincuenta años. Los aires de modernización de la Iglesia del papa Juan XXIII y de su Concilio Vaticano II propiciaron un beneficioso relajamiento de las relaciones de Alfred Bahía con la fe católica.

Antes de dejar de trabajar en el Colegio de los Jesuitas de Caspe, organizó allí clases de catalán voluntarias para los alumnos de bachillerato superior. También promocionaba el uso del catalán en la escuela femenina Betania, donde enseñaba, finalmente, filosofía. En cambio, en la Institución Cultural del CIC, tuvo la oportunidad de hacer cursos regulares de lengua, aparte de obtener allí encargos de historia del pensamiento y de materias de bachillerato, con el apoyo de uno de los directores, Joan Triadú. Durante los actos del centenario de Pompeu Fabra de 1968 Alfred Bahía fue singularmente activo y entusiasta. El mismo año publicó el primer libro de poesías: "Urgencies". Por otra parte, la Editorial Ariel le confió la versión catalana de dos obras del teólogo protestante Paul Tillich (Los fundamentos se tambalean y La presencia del Eterno).

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