La
jornada laboral de la mayoría de los menestrales se regía por unos
determinados horarios, vigentes a lo largo de todo el año. Exceptuaban quienes, como los albañiles o los tejeros, tenían que
trabajar al aire libre y entonces, de modo similar a los agricultores,
seguían la luz del día y tenían que suspender sus actividades cuando
hacía mal tiempo.La jornada laboral del menestral comenzaba al amanecer y duraba hasta la noche, con paradas para desayunar y para comer. A menudo trabajaban en la calle, frente al taller o tienda, para
disponer de más espacio y más luz, lo que daba vida y proporcionaba una
fisonomía típica en las calles artesanos de las poblaciones rurales.Algunos artesanos, como por ejemplo los colchoneros, los fideeros y
antiguamente los sastres, no tenían taller propio y realizaban su
actividad en la casa del cliente que los contrataba.Había
también quien practicaba el oficio de una manera ambulante dedicado
exclusivamente a las reparaciones, tal era el caso de los paragüeros,
los silleros, los fontaneros, los caldereros, los afiladores, que
pasaban periódicamente por los pueblos y realizaban los sencillos abonos
que las amas los encargaban.
Los obradores o talleres de la menestralía tenían un marcado carácter familiar y esta circunstancia se reflejaba en las condiciones de trabajo y en el trato que recibían los asalariados. A la vez, la ausencia de grandes empresas y la proliferación de pequeños obradores, favorecía la emancipación de los solteros que querían establecerse por su cuenta.Los contratos de aprendizaje, siempre verbales, se hacían por tres años y durante este tiempo el aprendiz no cobraba sueldo, sólo aprendía el oficio con el trabajo que realizaba. Hacía vida en casa del amo y éste, si le apetecía y sin ninguna obligación, le daba de vez en cuando, una pequeña gratificación.
Los obradores o talleres de la menestralía tenían un marcado carácter familiar y esta circunstancia se reflejaba en las condiciones de trabajo y en el trato que recibían los asalariados. A la vez, la ausencia de grandes empresas y la proliferación de pequeños obradores, favorecía la emancipación de los solteros que querían establecerse por su cuenta.Los contratos de aprendizaje, siempre verbales, se hacían por tres años y durante este tiempo el aprendiz no cobraba sueldo, sólo aprendía el oficio con el trabajo que realizaba. Hacía vida en casa del amo y éste, si le apetecía y sin ninguna obligación, le daba de vez en cuando, una pequeña gratificación.
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