Fue llevado a juicio y el mismo ejerció como su propio abogado, claro que
lo hizo de la manera más torpe y burda que pueda haber, aterrorizando
constantemente a los testigos y a los miembros del jurado. La sentencia
llegó el 12 de Noviembre de 1928 y el juez Walter McCoy le dio 25 años
de cárcel en Leavenworth, ante lo cual Panzram atinó a gritarle: "¡Vaya a
visitarme!…"
El 1 de Febrero de 1929 llegó Carl
Panzram a la conocida prisión de Leavenworth y, al serle leídas las
reglas por el guardia principal, declaró serenamente que asesinaría al
primer sujeto que se metiera contra él. Y en efecto, así ocurrió cuando
uno de los guardias la tomó contra él: a la primera oportunidad lo
masacró con una barra metálica. Estaban dentro de la lavandería, empleo
que Panzram había solicitado dada su precaria condición física y,
después de terminar con la vida del oficial Warnkle, Panzram entró en un
frenesí de locura atacando al resto de los aterrorizados prisioneros
que no podían escapar por la puerta pues estaba cerrada. Por los gritos y
el ruido del desorden, llegaron los demás guardias a poner orden en la
masacre. Cuando llegaron vieron por las ventanas a Panzram armado de una
barra metálica de varios kilos de peso, cubierto de pies a cabeza de
sangre y con las ropas hechas jirones. Una vez que el sicótico
prisionero se calmó, abrieron la puerta y lo condujeron silenciosamente a
su celda.
Por este terrible crimen fue llevado
nuevamente a juicio. Esta vez ni siquiera solicitó un abogado, ya no lo
necesitaba. Durante su confinamiento en solitario continuó la
comunicación con Lesser, a quien le comentó que le faltaban cosas que
leer, pero que en general era mucho mejor tratado que antes. Si tan solo
así hubiera sido desde un principio el trato en prisión, tal vez muchas
personas no hubieran sido robadas, abusadas y asesinadas de la manera
en que había ocurrido. Al juicio fueron llevados como testigos guardias y
prisioneros que contaron con lujo de detalles los acontecimientos del
día en que fue masacrado el señor Warnkle. La sentencia fue la horca, no
bien fue dictada por el juez, Panzram quedó inclusive agradecido y
feliz. Al ser retirado de la sala y cuando todos dejaban el lugar, aún
se podían escuchar sus horribles carcajadas…
Antes de su ejecución no faltaron las
almas caritativas que trataron de interceder por Panzram, como el doctor
Karl Menninger que solicitó entrevista con el condenado a muerte. Pero
Panzram amenazó de muerte a las asociaciones civiles que ya desde
entonces se oponían a la pena capital. Durante la corta entrevista, el
reo se mostró irritado y nada cooperativo. Para Menninger quedó claro
que ese hombre era capaz de matar a quien fuera con tal de escapar si la
menor oportunidad se presentara. Las opiniones del buen doctor fueron
rechazadas tajantemente por Panzram, quien dejó en claro que aborrecía
cualquier intervención a su favor y que deseaba llegara ya la hora de su
muerte para bien de él y de todos.
El 5 de Septiembre de 1930 a las 6 de la
mañana y ante numerosos testigos de la Prensa y la prisión, Panzram fue
colgado y declarado muerto a las 6.18 a.m. Su cuerpo no fue reclamado y
fue enterrado en un sepulcro del lugar. Hasta el momento de su muerte
se comportó desafiante e incorregible como siempre. Cuando
dos guardias intentaron ponerle la capucha negra, les escupió a ambos
en el rostro. Movía su cuello de forma frenética y violenta para
zafarse, aunque no para huir de la muerte sino sólo para decirle al
verdugo: “¡Apúrate, bastardo. Yo en tu lugar ya hubiese matado a diez!”.
No deseaba vivir, estaba feliz de saber que miraría por fin los ojos de
la muerte. Según testigos, pasó la noche en vela caminando por su celda
y canturreando una canción obscena de su propia creación.
fuente: http://asesinatoserial.net/panzram.htm
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