
Y por enésima vez Panzram robó, incendió y asesinó al menos a un sujeto como parte de su venganza contra el mundo hasta ser capturado de nuevo. Durante su presidio en Washington finalmente comenzó a cantar la verdad. Los guardias pronto notaron que el reo Charles Panzram frecuentemente hablaba de haber asesinado niños. Comenzó una extensa averiguación en diferentes jurisdicciones para clarificar la información. Pronto surgieron los datos que corroboraban las aseveraciones del reo. Cuando fue registrado en la cárcel un joven guardia recién ingresado al servicio y de nombre Henry Lesser, éste preguntó a Panzram “¿cuál es tu crimen?”, a lo cual el monstruo respondió: “Lo que yo hago es reformar personas…” Pasaron algunas semanas en que el joven Lesser notó el extraño comportamiento de Panzram, quien raramente entablaba conversación con los demás. Mientras tanto, éste último no perdía el tiempo y raspaba el concreto alrededor de las barras de su ventana con el fin de escapar, pero fue delatado por otro prisionero. Entonces es sometido a las usuales torturas en boga. Esta vez Panzram maldijo inclusive a sus padres por haberle dado esa vida que desembocó en el pasar de los años a través de una existencia pendenciera y sin rumbo. Sometido a las más salvajes torturas y condiciones carcelarias de su tiempo, el legendario criminal Carl Panzram decide confesar absolutamente todo. Día tras día aporta datos de sus fechorías, en especial la violación y asesinato de los jovencitos McMahon y Alexander Luszzock. Por alguna razón Lesser se compadece del rabioso y odiado criminal y, en un gran gesto de su parte, se convierte en su único confidente en la prisión. Un día le da un dólar para que Panzram comprara cigarros y comida. Pronto ambos hombres se hacen amigos y Lesser convence a Panzram de escribir sus memorias.
Aquella enorme declaración de más de
20,000 palabras abarca toda la carrera criminal de Panzram, incluyendo
descripciones de todas y cada una de sus encarcelaciones a lo largo y
ancho del territorio. A pesar de la falta de comunicación entre agencias
y prisiones de aquel tiempo, la mayoría de los datos aportados fueron
corroborados. Estaban incluidos arrestos y alias usados desde 1900 hasta
1930. No solo habló de su vida, sino también del sistema penal
norteamericano al cual propinó acres críticas, tachándolo de inútil y
nocivo. Uno de sus lemas más recurrentes era que la fuerza daba derecho.
También aseguraba que por todos sus crímenes no guardaba
arrepentimiento alguno y que todas y cada una de las leyes de Dios y de
los hombres en algún momento las había roto. Si hubiera nuevas leyes,
con gusto las quebraba también.
Muy pronto de todas partes comenzaron a surgir ordenes de presentación
contra Panzram, y entonces pronto comprendió que este era el final de su
carrera delictiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario