Clifford Olson fue arrestado el 12 de
agosto de 1981 por el asesinato de la joven Kozma, pero la demencia del
asesino no terminó ahí. Olson tuvo la cínica idea de vender la ubicación
de los cuerpos que él había enterrado, cobrando $10.000 dólares por
cadáver. La policía se negó a pagar al asesino por sus víctimas, pero el
abogado del distrito general de Canadá aceptó crear un fideicomiso para
el hijo de Olson y su esposa. El asesino aceptó y cumplió con su parte
del trato. Al final de toda la negociación se le “pagó” el acuerdo
convenido: se estima que fueron entre 90.000 y 100.000 dólares manchados
con la sangre de 11 niños inocentes, asunto que aún es tema que se
debate en los medios de comunicación de la actualidad.
En los últimos días antes de su arresto,
Olson conversó con los oficiales Fred Maile y Edward Drozda en un café
sobre las supuestas evidencias que solo el asesino sabía y sobre la
ubicación de las pruebas. Sus diálogos fueron grabados por los
micrófonos que los detectives portaban.
El sospechoso de haber matado a siete
niños salió libre tras el interrogatorio, al poco tiempo fue arrestado,
aunque en ese periodo logró matar a cuatro niños más…
El traslado de Olson a prisión fue
efectuado con la mayor seguridad posible dados sus conocidos escapes,
por ello fue escoltado por un convoy policial. En el vehículo donde iba
Olson lo acompañaban 3 oficiales desarmados, pero uno de ellos estaba
esposado a él, otros dos coches más con 2 policías armados en cada uno
lo seguían, y la Policía ya tenía permiso para usar el helicóptero en
caso de que Olson intentase escapar.
Los cuerpos de Terri Carson y Sandra
Wolfsteiner fueron hallados en Chilliwack, mientras que Collen Daignault
fue encontrada en Surrey. La adolescente Louise Chartrand estaba
enterrada en Whistler, y finalmente el cuerpo de Ada Court apareció en
Agassiz.
Cuando los oficiales encargados de traer
los cuerpos finalmente cumplieron con su deber, muchos de ellos no
pudieron contemplar las escenas de muerte. Aún hoy el caso de los
asesinatos de Olson sigue siendo controversial para los residentes de
Vancouver: es un tema tabú, algo de lo que no se suele hablar. Cuando el
trato que hizo la Policía con Olson llegó a la Prensa, muchos se
quejaron y vieron esta acción como algo repugnante. A partir de esto
Olson, quien ya se encontraba en custodia y en juicio, le confesó todos
los crímenes a su esposa, quien le dijo que él debía pagar por lo que
había hecho y que probablemente moriría en prisión, pero que al mismo
tiempo tenía que hacer algo por su familia. Esta noticia sacudió a la
comunidad canadiense y muchos aún expresan su descontento: el hecho de
que un asesino de niños recibiese dinero por sus crímenes era algo
descabellado, inadmisible.
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