Simo Häyhä nació un 17 de diciembre de
1905 en un pueblo agrícola de la región de Rautjärvi, situada entre la
frontera de Finlandia y Rusia. Su padre era el agricultor Juho Häyhä y
su madre era Katrina os Vilkko.
Simo era el segundo de ocho hijos en una
familia campesina de humilde condición económica, que vivía de la caza,
la pesca, el cultivo de la tierra y la ganadería. De pequeño asistió a
una escuela primaria en Miettilä; y ya más tarde, de adolescente, se
interesó por actividades como el esquí, la cacería, el béisbol y el tiro
deportivo, llegando a ser campeón en el distrito de Viipuri, en la
región de Carelia.
Llegado el año 1925, Häyhä hizo un año
de servicio militar obligatorio en el Ejército de Finlandia, culminando
el período con el rango de cabo en una unidad de bicicletas (de
efectivos militares que usan bicicletas). Como era de esperarse, durante
su entrenamiento Häyhä demostró gran habilidad en las prácticas de
tiro, siendo capaz de dar en un blanco 16 veces por minuto a unos 500
metros de distancia…
Acabado el año de servicio, Simo
permaneció como reservista de la Guardia Blanca, que era una
organización militar semejante a la Guardia Nacional de USA, y que ya
tenía cierto prestigio histórico por su destacado rol en la guerra civil
contra los comunistas, acaecida en 1918. Así, los días de Simo fueron
de relativa tranquilidad, y sus actividades constaban de cosas como la
pesca, la agricultura y, por supuesto, la cacería. Sin embargo, en 1939,
estalló la terrible Guerra de Invierno, apenas tres meses después de
que Hitler iniciara la Segunda Guerra Mundial con su invasión a Polonia.
Por ello, de ser un gran cazador de alces, Simo pasaría a ser un gran
cazador de soviéticos, brindando así una importante colaboración en la
resistencia finlandesa que quebró las ambiciones que Stalin tenía de
ocupar toda Finlandia y extender sobre Helsinsky los tentáculos del
Kremlin… Y es que sus más de 500 bajas no tenían solo una importancia
concreta, no significaban solo ese número de vidas: eran también un
elemento clave en la desmoralización de las tropas soviéticas, que
terminarían huyendo de Finlandia con la vergüenza de que el gran
Ejército Rojo había sido golpeado por hombrecillos vestidos de blanco
que, fundidos con la nieve del paisaje inclemente, disparaban
sorpresivamente desde la lejanía, invisibles como fantasmas…
Naturalmente, el descrédito que la Guerra de Invierno trajo al Ejército
Rojo, fue parte de lo que hizo a Hitler resolverse por iniciar la
Operación Barbarroja. Ahora, y pese a que Finlandia resistió y conservó
su soberanía, tuvo que firmar un tratado de paz en que cedía a la Unión
Soviética el 10% de su territorio y el 20% de su capacidad industrial
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