Simo requirió varios años para
recuperarse por completo después de haber sido herido en el rostro. Sin
embargo, una vez que estuvo suficientemente bien, volvió a su viejo
pasatiempo de cazador, pero también se dedicó a criar perros.
Su hogar, ya que los soviéticos se
habían quedado con las tierras en que alguna vez habitó, pasó a ser la
granja de su hermano Utulaan, en una zona poblada de Ruokolahden (al
sureste de Finlandia, cerca de la actual frontera con Rusia), rodeada de
bosques. Allí siguió viviendo en soltería (no se había casado ni se
casaría), pero convertido en una celebridad con la cual el presidente
finlandés Urho Kekkonen fue varias veces de caza.
También, tras la guerra Simo fue
invitado a ser miembro honorario del Club de Oficiales de Reserva de
Ruokolahden, habiendo formado, en tiempos de guerra, parte de la
infantería ligera de Carelia.
Finalmente, y ya con la salud mermada
por el paso del tiempo, Simo acabó sus días en Hamina, un hogar de
ancianos veteranos de guerra. Falleció el 01 de abril del 2002, a la
venerable edad de 97 años. Poco antes, en 1998 cuando un grupo de
coleccionistas de armas fue a entrevistarlo, se le preguntó cómo había
llegado a ser tan buen francotirador, y él simplemente respondió: "práctica".
Sin embargo, y aquí viene la frase más recordada de él, cuando se le
preguntó si lamentaba haber matado a tantas personas, el “amable”,
“humilde” y “tranquilo” anciano, respondió mirando con natural serenidad
a través de sus gruesos anteojos: "Yo solo hice lo que me dijeron que
hiciera, lo mejor que pude".
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