La invasión soviética a Finlandia se produjo en invierno (con
temperaturas de -20º a -40º), a fines de noviembre, y Simo entró a
combatir como francotirador del Regimiento Jaeger 34, que habría
de desempeñarse a lo largo del río Kolla, frente a un enemigo cuya
superioridad numérica era a veces de 100 a 1, ya que Finlandia tan solo
había conseguido reclutar unos 180000 hombres para hacer frente al
inmenso ejército invasor.
Muy diferente al estereotipo de gran combatiente militar que existe en el imaginario social, Simo no era alto, ni musculoso, ni pronto a la ira: era pequeño (medía apenas 1.60 metros), delgado, calmado y cerebral, incluso cuando las balas silbaban a su alrededo.
Sin embargo, pese a su inferioridad
numérica, los finlandeses conocían mejor el terreno, estaban mucho mejor
adaptados al clima, y sus estrategias militares eran ingeniosas y
concordantes con la geografía y la naturaleza del desafío bélico que
representaba la Unión Soviética. No podían darse el lujo de enfrentar al
enemigo a campo abierto, ya que eso sería un suicidio militar.
Entonces… ¿Por qué no atormentarlo?, ¿por qué no sembrar el terror en
las líneas enemigas, atacar el sistema de suministro y emplear recursos
económicos frente a armas costosas como los tanques soviéticos? En esa
línea, los finlandeses usaron cosas como: tácticas de guerrilla, con
pequeños y rápidos ataques sorpresa, muchas veces efectuados con tropas
entrenadas para pelear en esquíes; invisibilidad en combate,
posibilitada por trajes de camuflaje especialmente diseñados para el
conflicto, y ejercida en gran parte por francotiradores; cocteles
molotov, con los cuales podían volar en pedazos a los tanques y otros
vehículos del enemigo; ataque a las líneas de suministro, ya sea con
grupos de asalto o francotiradores.
Por su parte, la arrogancia militar de
los soviéticos, al menos al inicio del conflicto, rayaba en lo
vergonzoso. En efecto, se cuenta que, cuando la guerra empezó, los
soviéticos iban con bandas sonoras, marchando como si de un desfile de
victoria se tratase. También llevaron vehículos que no habían sido
probados en un frío tan extremo, y que tuvieron que mantener prendidos
todo el tiempo para que el combustible no se congelase; además, algunos
oficiales utilizaban técnicas obsoletas de la Primera Guerra Mundial.
Pero, al menos lo último, no debería sorprender si se tiene en cuenta
que gran parte de los oficiales soviéticos eran elegidos por razones
meramente políticas: ahora, en medio de la nieve, habrían de sufrir las
consecuencias militares de esa corrupción.Muy diferente al estereotipo de gran combatiente militar que existe en el imaginario social, Simo no era alto, ni musculoso, ni pronto a la ira: era pequeño (medía apenas 1.60 metros), delgado, calmado y cerebral, incluso cuando las balas silbaban a su alrededo.
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