jueves, 1 de septiembre de 2016

Historia de Catalunya (Constitucion Pau i Treva de Déu [III])

El abad Oliva, fue el firme impulsor de este movimiento pacifista, presidió un nuevo sínodo en Vic en 1033. Además de aumentar los días de "treva" que ahora abarcaban de jueves a lunes, en esta nueva asamblea se extendió la prohibición a comerciantes y a aquellas personas que fueran a un mercado. Así se fue consolidando el movimiento de "pau i treva" que se extendió también a Occitania; ahí nos encontramos con los Concilios de Pau i Treva de Niza en el 1041 y en Narbona en los años 1032, 1043 y 1054.
En el condado de Pallars, las asambleas de "Pau i treva" fracasaron completamente; los hombres de Artal I, conde del Pallars Sobirá, atacaban principalmente las sagreras y durante los días establecidos de treva; para poder funcionar, el movimiento pacifista necesitaba la implicación del poder condal. Por eso, si en la primera asamblea de Toluges el conde fue una figura ausente, en el 1041 el segundo sínodo celebrado se hizo bajo la presidencia del conde Gausfredo II; esta tendencia se reafirmó, en especial en Barcelona, durante la segunda mitad del siglo XI, donde el conde Ramón Berenguer I y su esposa Almodis no sólo ratificaron las decisiones de "Pau i Treva" sino que también convocaron Concilios de Cau como el de Barcelona de 1064 o el de Girona del 1068. Las disposiciones de estos concilios fueron incorporadas en los Usatges de Barcelona, nuevo código legal que sustituía al viejo "Liber iudiciorum" que se había convertido en obsoleto después de la feudalización. Para poder triunfar, la "Pau de Déu" tuvo que convertirse en la "Pau del conde" y la iglesia, en previsión de estos hechos, siempre intentó atraer a los condes. Así, sus anatemas o excomuniones no iban nunca dirigidas contra un conde ni contra su familia sino únicamente contra los clanes señoriales.
Si la iglesia, con los concilios de paz, consiguió afirmar su prestigio y su autoridad moral dentro de la sociedad fue, en realidad, porque el movimiento de "Pau y Treva", en contra de las apariencias, no fue iniciado por el clero sino por el pueblo. Según un análisis realizado por Pierre Bonnassie, este movimiento era popular con una voluntad revolucionaria de no protestar únicamente contra la violencia de los clanes nobiliarios sino cuestionar también los poderes establecidos, sobre todo la posesión de grandes lotes de tierra por los aristócratas laicos y clérigos. Esta idea resultaba inadmisible por los dirigentes eclesiásticos adheridos al movimiento, ligados al poder condal y nobiliario como en el caso del abad Oliva, exconde de Berga y hermano de los condes Bernardo Tallaferro de Besalú y Wifredo II de Cerdanya.

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