lunes, 1 de febrero de 2016

Asesinos en Serie (Keith Hunter Jesperson [II])

Sin embargo con el tiempo Rose empezó a sospechar que Keith la engañaba, la tensión en la pareja aumentó con el tiempo y tras 14 años de matrimonio ella se cansó de sus infidelidades y se fue de la casa con sus hijos mientras Jesperson se encontraba de viaje trabajando. Rose fue a vivir con sus padres en Spokane, Washington y Keith solamente veía a su familia cuando decidía visitarles. En 1990 se divorciaron oficialmente. Su familia nunca supo que era un asesino en serie hasta que fue detenido varios años después y la madre tuvo que dar la mala noticia a sus hijos
Soltero nuevamente y a sus 35 años, con una altura de dos metros y casi 120 kilogramos de peso, Jesperson deseaba convertirse en miembro de la Policía Montada de Canadá, pero una herida que sufrió durante el entrenamiento le arrebató su sueño. Pronto Keith volvió a conducir camiones en Cheney, Washington. Ese trabajo le daba la oportunidad de matar sin ser descubierto
 El 23 de enero de 1990, cerca de Portland, Oregon, Keith conoció a Taunja Bennet de 23 años en un bar, y posteriormente la invitó a la casa que tenía alquilada. Mientras intimaban, Jesperson comenzó a discutir y después de golpearla en repetidas ocasiones la estranguló hasta la muerte.
Para tener una coartada salió nuevamente a beber y se aseguró de conversar con varias personas antes de deshacerse de las pertenencias de Taunja en un baño, donde dejó una nota con una cara feliz.
Posteriormente y cuando se hubo desatado cierto embrollo jurídico en torno a su crimen, Keith quedó muy sorprendido de que Laverne Pavlinac confesara falsamente haber matado a Tanja Bennett junto con su novio.
Según su testimonio posterior, su falsa incriminación voluntaria se debió a que ella quería salir de la tortuosa relación que mantenía con su novio. Su novio tuvo que reconocer el asesinato condicionado por su abogado para escapar de la pena de muerte.
Todo ese uso de su crimen para fines personales por parte de Laverne, molestó a Jesperson debido a que no recibió el reconocimiento de su asesinato, por este motivo pintó una cara feliz en la pared de un baño (relativamente cerca de la escena del crimen) donde escribió su confesión anónima del asesinato. Cuando esto no funcionó, comenzó a escribir cartas a los medios y a fiscales.


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