lunes, 25 de enero de 2016

Asesinos en Serie (Robert Hansen [V])

Fue así que el legendario profiler del FBI, el agente especial John E. Douglas, se trasladó a Alaska para analizar la evidencia que le ofrecía la Policía y para discutir acerca del sospechoso número uno, es decir para hablar de Robert Hansen.
Douglas estableció que el asesino elegía prostitutas y bailarinas topless porque son muy proclives a moverse de ciudad en ciudad y la súbita desaparición de alguna no levantaría mayor preocupación. Al presentársele la información respecto a Hansen, les hizo notar a los oficiales la baja estatura del sospechoso así como que el hecho de que tuviera muchas cicatrices producto del acné y un evidente tartamudeo, lo hacían pensar que de joven había sido objeto de burlas de sus semejantes y que con toda probabilidad había sido rechazado varias veces por las mujeres a quienes deseaba acercarse. De ese modo era seguro que tenía una autoestima muy baja y vivir en un lugar apartado era para él un modo de aplacar un poco su malestar personal. Luego, atacar prostitutas era la manera de cobrar venganza por las humillaciones vividas durante la adolescencia. Algunos oficiales conocían a Hansen y sus grandes habilidades como cazador, a lo que Douglas comentó que tal vez ya se había cansado de los borregos salvajes, los venados y osos y había cambiado su interés en otro tipo de presas más interesantes.
Otro aspecto fundamental era que Hansen podría ser del tipo de asesino que recolecta souvenirs de sus víctimas, por eso era necesario buscar minuciosamente en sus propiedades objetos pertenecientes a las víctimas. La manera de facilitar la investigación era quebrar su coartada, para lo cual la Policía debía apoyarse en sus amigos, a quienes había de forzar a hablar so pena de ser acusados de cargos por obstaculizar la justicia. Con eso podrían descartarlo o incriminarlo, pero se necesitaba actuar con firmeza.
Y en efecto, los amigos que supuestamente habían pasado el día junto a Hansen cuando la joven prostituta fue secuestrada, terminaron por admitir que no vieron al sospechoso ese día. Además soltaron la sopa respecto al fraude contra la aseguradora y otros detalles gracias a los cuales la Policía pidió 8 órdenes de cateo al juez. El 27 de Octubre de 1983, como usualmente hace la Policía, un grupo fue al trabajo de Hansen y le pidió que los acompañara a la estación para hacerle unas preguntas. Mientras tanto otros dos grupos iban a su casa y a la avioneta para cumplir las órdenes de cateo.
El grupo que investigaba la casa halló numerosas armas en la casa de los Hansen, pero ninguna que pudiera relacionarse con los crímenes. Estaban a punto de terminar y marcharse cuando un oficial descubrió un escondite en el ático de la casa. Ahí encontraron diversos rifles de alto poder, así como pistolas, un mapa de navegación marcado en varios sitios, identificaciones de las víctimas, recortes de periódico y algunas piezas de joyería. Al último estaba el rifle Mini-14 calibre .223 con que teóricamente Hansen había cazado a sus víctimas una vez que las soltaba en el bosque.
 En la estación de policía, Hansen negó cualquier relación con los homicidios, pero abrumado por los alegatos de la Policía se dio por vencido y pidió un abogado. Entonces fue arrestado bajo los cargos de fraude, asalto agravado, secuestro, portación ilegal de armas y robo. El 3 de Noviembre de 1983 el jurado de Anchorage acusó formalmente a Hansen de conducta y portación indebida de armas, robo en segundo grado, fraude a una aseguradora y secuestro, guardándose el cargo de homicidio hasta no recibir las pruebas de balística. Hansen se declaró no culpable de los cargos y la fianza fue fijada en medio millón de dólares. Como se puede ver, el Estado no iba a permitirle quedar en libertad ante la montaña de evidencia que se había acumulado. El resultado de las pruebas llegó procedente de los laboratorios del FBI en Washington el 20 de Noviembre de 1983. Quedaba demostrado que los casquillos hallados habían sido disparados con el rifle Mini-14 incautado en la casa de Hansen.


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