sábado, 28 de noviembre de 2015

Asesino en Serie (Gilberto Antonio Chamba [II])

En las paredes de aquella vieja casa en que mataba, Gilberto escribía los nombres de sus víctimas y, casi que a modo de firma, dejaba en la escena del crimen un cordón amarillo.

Cecilia Cajamarca fue su primera víctima. Chamba la invitó a comer sandía y le ofreció una cadena de oro y dinero a cambio de sexo; pero, como ella se negó, él se enfureció, tomó un pedazo de vidrio roto y se lo hundió con gran violencia, sumiéndola en el sueño eterno de la muerte y humillando sexualmente su cadáver, ahora que la chica ya no vivía para rechazarle… Inaugurando lo que después sería costumbre, el descarado asesino acudió al entierro y hasta dio el pésame a los padres de la víctima.
Aclarando a qué nos referíamos con "humillando sexualmente al cadáver", podemos recurrir a las palabras del policía Fausto Terán, quien dijo al diario español El País lo siguiente: "Según me confesó Chamba, no practicaba penetración vaginal a sus víctimas. Prácticamente les ensartaba un instrumento similar a un bastón, que se había mandado fabricar expresamente. A muchas, las ensartaba con tal violencia que el instrumento salía por sus bocas"
Después de Cecilia Cajamarca vinieron las demás víctimas, hasta que un día Gilberto intentó abusar de una trabajadora sexual, cuya corpulencia fue suficiente para escapar y dar un testimonio que resultó clave en el inicio del proceso penal contra el asesino, el cual terminó con una sentencia de 16 años de prisión, que se disminuyó por el privilegio 2×1, en virtud del cual las penas se rebajaban a la mitad por buena conducta, a causa de lo cual Gilberto terminó libre en el año 2000…
Gilberto estaba casado y había tenido hijos con Mariela para aquel 9 de noviembre del 2000, día en el cual salió habiendo recibido el corrupto beneficio de limpiar su historial policial… Así, lavado por la misma ley que debía condenarlo, Gilberto pensó en trasladarse a España, donde tenía dos hermanas que lo recibieron cuando aterrizó en el aeropuerto de Barajas, en Madrid.
Ya en Madrid, Gilberto efectúo diversos trabajos, tales como albañil o cargador de bolsos en el edificio donde vivía con sus familiares y parejas de turno. Pero en el 2004 consiguió un trabajo algo estable, como cuidador de una zona de parking en el complejo de entretenimiento Illa de l'Oci, cerca de la Facultad de Derecho de la localidad de Lleida. Aunque no solo cuidaba los aparcamientos, sino que también colaboraba en la limpieza de las salas de cine de Illa de l'Oci.
Una vez que Gilberto consiguió el empleo como cuidador, no se sintió capaz de resistir a la tentación de delinquir nuevamente con una de las jóvenes estudiantes universitarias de la Facultad de Derecho que estaba cerca de su trabajo. Muy probablemente pensó que la Policía de España era tan ineficaz y blanda como la ecuatoriana, y al parecer se equivocó…



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