
El gigante payés aceptó el reto en un gesto que todavía le honra y por el camino tomó un pino de un frondoso bosque para emplearlo como bastón y también para saltar la muralla que rodeaba Barcelona por aquel entonces. En resumidas cuentas, el bueno de Farellás resultó vencedor y por haber llegado a la ciutat condal en compañía de la conífera, adoptaría en lo sucesivo el nombre del "Gegant del Pi" que, a su vez, da título a la canción popular catalana que todos conocemos (El Gegant del Pi).
Acabado con su cometido, nuestro gigante tomó el camino de regreso a casa, pero como quiera que estaba exhausto, poco antes de llegar decidió tenderse a descansar para reanudar la marcha más tarde. Sucedió, que mientras el ahora "Gegant de Pi" dormía bajo un árbol, le sorprendió un inmenso aguacero acompañado de granizo que cubrió el cuerpo del gigante en toda su extensión. Se dice que nunca más despertó, pero sobre él se formó la montaña que hoy conocemos como "Farell".
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