La exposición de 1893 se estaba
preparando y debía atraer a Chicago una muchedumbre considerable, entre
la cual habría, por supuesto, multitud de mujeres guapas, ricas y solas.
Ingeniosamente, Holmes decidió por lo tanto aprovechar aquella
situación. Gracias a una serie de hábiles estafas adquirió un terreno y
emprendió la construcción de un enorme hotel con aspecto de fortaleza
medieval, cuya disposición interior concibió él mismo. Cada una de las
habitaciones de aquel extraño inmueble estaba provista de trampas y de
puertas correderas que daban a un laberinto inextricable de pasillos
secretos desde los cuales, por unas ventanillas visuales disimuladas en
las paredes, el doctor podía observar a escondidas el vaivén de sus
clientes y sobre todo de sus clientas.
Disimulada bajo el entarimado, una
instalación eléctrica perfeccionada le permitía por otra parte seguir en
un panel indicador instalado en su despacho el menor desplazamiento de
sus futuras víctimas. Con sólo abrir unos grifos de gas, podía
finalmente, sin desplazarse, asfixiar a los ocupantes de unas cuantas
habitaciones.
Un montacargas y dos "toboganes" servían
para hacer bajar los cadáveres a una bodega ingeniosamente instalada,
donde eran, según los casos, disueltos en una cubeta de ácido sulfúrico,
reducidos a polvo en un incinerador o simplemente hundidos en una cuba
llena de cal viva. En una habitación, bautizada como "el calabozo",
estaba instalado un impresionante arsenal de instrumentos de tortura.
Entre las máquinas sádicas instaladas por el ingenioso doctor, una de
ellas llamó particularmente la atención de los periodistas. Era un
autómata que permitía cosquillear la planta de los pies de las víctimas
hasta hacerles literalmente morir de risa.
El "Holmes Castle" fue terminado en 1892 y
la exposición de Chicago abrió sus puertas el 1 de mayo de 1893.
Durante los seis meses que duró, la fábrica de matar del Dr. Holmes no
se desocupó. El verdugo escogía a sus "clientas" con mucha precaución.
Tenían que ser ricas, jóvenes, guapas, estar solas y, para evitar las
visitas inoportunas de amigos o familiares, su domicilio tenía que estar
situado en un estado lo más alejado posible de Chicago.
¿Cuántas mujeres fueron violadas,
torturadas y asesinadas en el castillo del Dr. Holmes? La cifra de
doscientas es una aproximación verosímil. Seguramente por modestia,
Holmes sólo confesó veintisiete, lo cual sería bien poco si se toma en
cuenta la importancia de las instalaciones que había colocado.
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