
Alto, guapo, con aire distinguido,
siempre elegantemente vestido, Mudgett tenía innumerables éxitos
amorosos. Al llegar a su nueva ciudad no tardó en seducir a una joven
encantadora (y casualmente millonaria) llamada Myrta Belknap. Para
vencer las reticencias que la virtuosa señorita le oponía, tomó el
nombre de Holmes, se casó con ella y, gracias a unas falsificaciones de
escrituras, se apresuró a estafar 5,000 dólares a su familia política
para hacerse construir, en Wilmette, una casa suntuosa.
Consiguió entonces, en las afueras de
Englewood, la gerencia de una farmacia propiedad de una viuda
excesivamente ingenua, de quien se hizo a la vez su amante y hombre de
confianza. A base de falsificaciones de contabilidad y de malversaciones
de fondos, logró hacerse dueño de la totalidad de los bienes de la
desgraciada, después la hizo "desaparecer" y puso en obra su gran
proyecto.
Para construir su castillo el "Dr. Holmes" recurrió a varias empresas.
Estas nunca eran pagadas e interrumpían pronto sus obras. De esa manera,
el propietario era el único en conocer detalladamente un edificio cuyo
extraño arreglo habría podido suscitar la curiosidad.
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