Durante el año 40, Calígula ideó dos grandes farsas: una que engañó a
muchos, otra que lo hizo quedar como un verdadero loco, y que casi
seguramente fue efectuada como una burla. En el primer caso, tras
recibir la sumisión de Adminio (hijo de Cynobelino, rey de Britania) y
de sus hombres, a los cuales Cynobelino había expulsado de Britania,
Calígula los tomó y organizó una marcha pública en Roma, donde
supuestamente ellos eran prisioneros de la ficticia guerra que se
acababa de ganar contra la recientemente anexionada Britania. En ese desfile,
también Calígula empleó prisioneros de guerra galos, que habían sido
seleccionados por ser altos y fuertes, y a los cuales se les había
pintado el pelo de rubio para que parecieran guerreros nativos de
Britania. En el segundo caso, Calígula hizo a sus soldados disparar al
mar y recoger conchas que supuestamente eran los despojos del gran
Neptuno (Dios del Mar, equivalente a Poseidón); sobre aquella
recolección, aunque sin mencionar lo de Neptuno y las flechas lanzadas
al agua, Suetonio cuenta lo siguiente: "Por último, se adelantó
hacia las orillas del océano a la cabeza del ejército, con gran
provisión de balistas y máquinas de guerra y cual si proyectase alguna
grandes empresa; nadie conocía ni sospechaba su designio, hasta que de
improviso mandó a los soldados recoger conchas y llenar con ellas sus
cascos y ropas, llamándolas despojos del océano debidos al Capitolio y
al palacio de los césares. Como testimonio de su victoria construyó una
altísima torre en la que por las noches, y a manera de faros,
encendieron luces para alumbrar la marcha de las naves. Prometió a los
soldados una gratificación de cien duleros por cada uno, y como si su
gesto fuese el colmo de la generosidad, les dijo: “Marchad contentos y
ricos"
Una especie de signo viviente de la locura de Calígula fue su caballo Incitatus, al cual lo hizo nombrar sacerdote y cónsul de Bitania (territorio al norte de Turquía), además de que le mandó a construir una enorme caballeriza de mármol con pesebres de marfil, una estatua de mármol, y una villa con 16 jardines y 18 sirvientes.
Una especie de signo viviente de la locura de Calígula fue su caballo Incitatus, al cual lo hizo nombrar sacerdote y cónsul de Bitania (territorio al norte de Turquía), además de que le mandó a construir una enorme caballeriza de mármol con pesebres de marfil, una estatua de mármol, y una villa con 16 jardines y 18 sirvientes.
Como el caballo de carreras que era,
Incitatus participó en muchas carreras. Siempre, la noche antes de la
competencia, Calígula decretaba un silencio general en la parte de Roma
cercana a la villa de Incitatus, y quien perturbase el sueño de su
caballo era enviado al sueño eterno por la espada de un soldado… Dicen
que solo una vez en toda su vida Incitatus perdió una carrera, y el
talentoso jinete vencedor fue ejecutado por orden de Calígula…
Comía copos de avena mezclados con
suaves y delgadísimas escamas de oro, tomaba el mejor vino en copas de
oro, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo; vestía púrpuras de
la mejor calidad y usaba collares con piedras preciosas; no copulaba
con yeguas, sino con una bella mujer llamada Penélope, que pertenecía a
la alta sociedad y había sido elegida por Calígula como esposa de su
amado caballo…
En el año 40, Calígula dio un paso más allá y se autodivinizó: se
autoproclamó un dios-sol; aparecía vestido como Hércules, Venus,
Mercurio y Apolo; firmaba documentos públicos con el nombre de Júpiter;
se erigió dos templos en Roma y otro en la provincia asiática de Mileto;
usó el Templo de Cástor y Pólux como pórtico para su propio palacio
imperial; destruyó las estatuas de hombres ilustres que Augusto había
colocado en el Campo de Marte; desenterró al gran Alejandro Magno para
quitarle la coraza y usarla regularmente; prohibió toda estatua que no
fuera la suya; decapitó estatuas de dioses importantes y les reemplazó
las cabezas con su cabeza; se hizo adorar por el pueblo, instaurando su
propio culto e imponiendo la genuflexión (arrodillarse ante el
emperador); en su culto, se hizo una estatua de oro de sí mismo a tamaño
natural, a la cual le cambiaba de roba todos los días, poniéndole una
prenda idéntica a la que usaba; impulsó a los miembros de la alta
sociedad a buscar ser sacerdotes de su culto para así obtener
privilegios o salvarse de males; hizo sacrificar muchísimos pavos
reales, gallos negros, faisanes y otros animales, todo para honrarse
como dios; invitó numerosas veces, siempre en plenilunio, a hacer el
amor a la Diosa Luna; conversó en muchas ocasiones de tú a tú con el
gran Júpiter (equivalente de Zeus), llegándole a decir “si no me elevas
al cielo, haré que caigas al infierno”; dijo que Júpiter le había pedido
compartir su
con él, y en base a esa excusa conectó el Palacio del Capitolio con el
templo de aquel gran dios; intentó meter su estatua de dios (una versión
de la estatua de Júpiter con sus rasgos) en el Templo de Jerusalén,
pero no pudo porque los judíos se levantaron en armas; etcétera.
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