miércoles, 25 de noviembre de 2015

Asesinos en Serie (Caligula [VII])

Durante el año 40, Calígula ideó dos grandes farsas: una que engañó a muchos, otra que lo hizo quedar como un verdadero loco, y que casi seguramente fue efectuada como una burla. En el primer caso, tras recibir la sumisión de Adminio (hijo de Cynobelino, rey de Britania) y de sus hombres, a los cuales Cynobelino había expulsado de Britania, Calígula los tomó y organizó una marcha pública en Roma, donde supuestamente ellos eran prisioneros de la ficticia guerra que se acababa de ganar contra la recientemente anexionada Britania. En ese desfile, también Calígula empleó prisioneros de guerra galos, que habían sido seleccionados por ser altos y fuertes, y a los cuales se les había pintado el pelo de rubio para que parecieran guerreros nativos de Britania. En el segundo caso, Calígula hizo a sus soldados disparar al mar y recoger conchas que supuestamente eran los despojos del gran Neptuno (Dios del Mar, equivalente a Poseidón); sobre aquella recolección, aunque sin mencionar lo de Neptuno y las flechas lanzadas al agua, Suetonio cuenta lo siguiente: "Por último, se adelantó hacia las orillas del océano a la cabeza del ejército, con gran provisión de balistas y máquinas de guerra y cual si proyectase alguna grandes empresa; nadie conocía ni sospechaba su designio, hasta que de improviso mandó a los soldados recoger conchas y llenar con ellas sus cascos y ropas, llamándolas despojos del océano debidos al Capitolio y al palacio de los césares. Como testimonio de su victoria construyó una altísima torre en la que por las noches, y a manera de faros, encendieron luces para alumbrar la marcha de las naves. Prometió a los soldados una gratificación de cien duleros por cada uno, y como si su gesto fuese el colmo de la generosidad, les dijo: “Marchad contentos y ricos"
Una especie de signo viviente de la locura de Calígula fue su caballo Incitatus, al cual lo hizo nombrar sacerdote y cónsul de Bitania (territorio al norte de Turquía), además de que le mandó a construir una enorme caballeriza de mármol con pesebres de marfil, una estatua de mármol, y una villa con 16 jardines y 18 sirvientes.
Como el caballo de carreras que era, Incitatus participó en muchas carreras. Siempre, la noche antes de la competencia, Calígula decretaba un silencio general en la parte de Roma cercana a la villa de Incitatus, y quien perturbase el sueño de su caballo era enviado al sueño eterno por la espada de un soldado… Dicen que solo una vez en toda su vida Incitatus perdió una carrera, y el talentoso jinete vencedor fue ejecutado por orden de Calígula…
Comía copos de avena mezclados con suaves y delgadísimas escamas de oro, tomaba el mejor vino en copas de oro, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo; vestía púrpuras de la mejor calidad y usaba collares con piedras preciosas; no copulaba con yeguas, sino con una bella mujer llamada Penélope, que pertenecía a la alta sociedad y había sido elegida por Calígula como esposa de su amado caballo…
En el año 40, Calígula dio un paso más allá y se autodivinizó: se autoproclamó un dios-sol; aparecía vestido como Hércules, Venus, Mercurio y Apolo; firmaba documentos públicos con el nombre de Júpiter; se erigió dos templos en Roma y otro en la provincia asiática de Mileto; usó el Templo de Cástor y Pólux como pórtico para su propio palacio imperial; destruyó las estatuas de hombres ilustres que Augusto había colocado en el Campo de Marte; desenterró al gran Alejandro Magno para quitarle la coraza y usarla regularmente; prohibió toda estatua que no fuera la suya; decapitó estatuas de dioses importantes y les reemplazó las cabezas con su cabeza; se hizo adorar por el pueblo, instaurando su propio culto e imponiendo la genuflexión (arrodillarse ante el emperador); en su culto, se hizo una estatua de oro de sí mismo a tamaño natural, a la cual le cambiaba de roba todos los días, poniéndole una prenda idéntica a la que usaba; impulsó a los miembros de la alta sociedad a buscar ser sacerdotes de su culto para así obtener privilegios o salvarse de males; hizo sacrificar muchísimos pavos reales, gallos negros, faisanes y otros animales, todo para honrarse como dios; invitó numerosas veces, siempre en plenilunio, a hacer el amor a la Diosa Luna; conversó en muchas ocasiones de tú a tú con el gran Júpiter (equivalente de Zeus), llegándole a decir “si no me elevas al cielo, haré que caigas al infierno”; dijo que Júpiter le había pedido compartir su con él, y en base a esa excusa conectó el Palacio del Capitolio con el templo de aquel gran dios; intentó meter su estatua de dios (una versión de la estatua de Júpiter con sus rasgos) en el Templo de Jerusalén, pero no pudo porque los judíos se levantaron en armas; etcétera.

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