miércoles, 25 de noviembre de 2015

Asesinos en Serie (Caligula [I])

Su nombre real y completo era Cayo Julio César Augusto Germánico, o “Gaius Julius Caesar Augustus Germanicus” en el latín de aquel entonces. Nació el 31 de agosto del año 12 d.C., cerca de Anzio (actual Italia). Fue el tercero de los seis hijos supervivientes de Germánico y Agripina la Mayor, siendo sus hermanos Nerón y Druso, y sus hermanas Julia Livilla, Drusilla y Agripinilla. El padre de Calígula, Germánico, era un destacado miembro de la dinastía Julio-Claudia, y aún todavía es considerado como uno de los más insignes generales romanos; fue también nieto de Tiberio Claudio Nerón, e hijo adoptivo de Augusto. Entretanto Agripina, madre de Calígula, era hija de Marco Vipsanio Agripa y Julia la Mayor, y nieta de Augusto y Escribonia. Murió asesinado por sus propios guardias el 24 de enero del año 41, tras un breve pero sangriento y nefasto gobierno, que duró desde el 16 de marzo del año 37 hasta el día en que su vida fue cegada.

 Entre otras cosas, Calígula fue un psicópata y antisocial, un megalómano, paranoico, envidioso patológico, depravado sexual (incestuoso, enormemente promiscuo, bisexual, sádico, exhibicionista), hábil manipulador, ladrón y farsante. Se cree que en su juventud sufrió de epilepsia, y se sabe a ciencia cierta que padecía de insomnio y casi nunca dormía más de tres horas. La ciencia moderna plantea que, además de algunas experiencias de vida, comportamientos aprendidos y una cierta predisposición genética al mal, el alcohol de aquellos días, que él bebía con una desmesura que hasta para el bebedor promedio de aquel entonces era demasiado, tenía una cantidad tal de plomo que resultaba tóxica para el cerebro humano, causando, en casos extremos como el de Calígula, un deterioro en los lóbulos frontales, volviendo así más impulsiva y violenta a la persona. Sin embargo el plomo no explicaba todo en Calígula, ya que éste conservó siempre una gran capacidad de planificación, lo cual no habría sucedido si el plomo fuese lo único detrás de su transformación en monstruo, algunos meses después de que tomara el poder. En otras palabras, Calígula había nacido con tendencias psicópatas, pero ciertas experiencias primeramente, y más adelante el plomo, llevaron su oscuridad innata hasta esa cima de locura y maldad que lo inmortalizó como uno de los más terribles emperadores romanos.

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