jueves, 5 de mayo de 2016

Leyendas en Catalunya (La Mancomunitat de Catalunya [IV])

El 24 de diciembre de 1923 dimitió Josep Puig i Cadafalch en señal de protesta por la política anticatalana de la Dictadura de Primo de Rivera (Miguel), instaurada tres meses antes, y se exilió en Francia. El 12 de enero de 1924 Primo de Rivera disolvió todas las diputaciones provinciales, salvo las forales ya que según él, el regionalismo podía contribuir a deshacer la gran obra de unidad nacional. Inmediatamente después fueron designados por los gobernadores civiles los nuevos diputados provinciales, todos ellos españolistas y el líder de la Unión Monárquica Nacional, Alfonso Sala Argemí, conde de Egara, pasó a presidir la Mancomunitat.
La Asamblea de la Mancomunidad estaba presidida por el marqués de Marianao y en el Consejo permanente destacaba Darius Romeu, barón de Viver, conseller de cultura de la Mancomunidad y que sería nombrado alcalde de Barcelona por Primo de Rivera.
Sin embargo a los pocos meses comenzaron las tensiones entre Sala y Primo de Rivera ya que el dictador empezó a cuestionar la existencia misma de la Mancomunitat, porque temía que en otras manos, tendenciosas, fuera el embrión de un pequeño Estado, capaz de dañar a España.

Las críticas del dictador arreciaron en los primeros meses de 1925. En marzo habló claramente del fracaso de la Mancomunitat como órgano político permanente, deliberante y ejecutivo. Y ese mismo mes aprobó el Estatuto Provincial de 1925 que supuso la supresión de facto de la Mancomunitat, cuyas competencias el Estatuto Municipal de 1924 ya había recortado considerablemente. En una larga nota oficiosa que acompañó al decreto de creación del Estatuto Provincial reconoció que había cambiado de opinión sobre el "regionalismo", pues antes pensaba que éste podía ser positivo para la regeneración de España, pero ahora se había dado cuenta de que "reconstruir desde el poder la región, reforzar su personalidad, exaltar el orgullo diferenciativo entre unas y otras es contribuir a deshacer la gran obra de la unidad nacional, es iniciar la disgregación, para la que siempre hay estímulo en la soberbia o el egoísmo de los hombres".
Alfons Sala intentó mantener aún ciertas funciones de la Mancomunitat al frente de la comisión coordinación de las cuatro diputaciones provinciales, pero cuando comprendió que "no podría convertirse en una nueva versión de la Mancomunitat" dimitió el 22 de abril de 1925. El nuevo presidente de la Diputación de Barcelona, José María Milá Camps, conde de Montseny, presidió la Comisión gestora interina de los servicios coordinados que fue la encargada de liquidar los últimos asuntos de la Mancomunidad. Miguel Primo de Rivera justificó más tarde la disolución de la Mancomunitat diciendo que se había convertido en el catalizador de un "verdadero nacionalismo que cada día amenazaba más las raíces y los fundamentos de la verdadera nacionalidad española" (sorprende que no vea ese mismo nacionalismo en el suyo de patriota español, nada nuevo en los uinonistas)
La Diputación de Barcelona se convirtió entonces en el principal instrumento de la política de la Dictadura en Catalunya, contando con José María Milá Camps, conde de Montseny, en la presidencia y con Olano y Olázaga, conde de Fígols en la vicepresidencia. La Diputación desplegó una campaña españolista que incluía conferencias patrióticas, ceremonias de exaltación de España y cursos de ciudadanía. (vamos lo que intentan ahora los unionostas)

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