Los asesinatos de las ancianas se
convirtieron en el tema de conversación principal de todo París y
provocaron las protestas y manifestaciones de la población en contra de
los delitos violentos. Poco a poco el pánico comenzó a extenderse por la
ciudad y se tomaron medidas de emergencia, como un espectacular
despliegue de policías procedentes de varios departamentos en las zonas
que el asesino acostumbraba frecuentar, teléfonos de socorro por si
alguien veía algo extraño, asesoramiento destinado a las personas
mayores, etc.
En el verano de 1986, dos años después
de su comienzo, el asesino había acabado con la vida de dieciséis
ancianas, hasta que pasó un período sin que se cometiese ningún crimen
de ese tipo en la zona. Los agentes no podían llegar a sospechar
siquiera que el asesino en serie tan temido se encontraba por aquel
entonces entre rejas detenido por venta de cocaína. Ese hombre se
llamaba Thierry Paulin.
Cuando Thierry obtuvo la libertad tras
estar doce meses entre rejas por venta de drogas, reanudó su vida y sus
viejas costumbres. Una de ellas, fue la de seguir asesinando; mientras,
la policía de París seguía investigando los crímenes.
Pero esta vez los agentes contaban con
un as en la manga: la primera víctima de Thierry, la señora de 91 años a
la que había atacado para robarle sus ahorros, se había ido recuperando
del trauma y tres años después les proporcionó una detallada
descripción del agresor.
Inmediatamente se distribuyó su retrato robot (hablado) por todas las
comisarías de París y sus alrededores y al poco tiempo Thierry era
identificado y detenido.
Tras comprobar que sus huellas
correspondían con las tomadas en los lugares de los crímenes, fue
interrogado sin interrupción durante cuarenta y tres horas seguidas por
la Brigada Criminal, y terminó confesándose autor de más de 20 crímenes.
Lo que dejó atónitos a los policías, era
la indiferencia con la que Thierry describía los mismos, absolutamente
incapaz de comprender la terrible gravedad de lo que había hecho. Para
él, la vida de un ser humano carecía por completo de valor.
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