martes, 8 de marzo de 2016

Asesinos en Serie (Jesse Harding Pomeroy [IV])

Los Pomeroy prometieron esmerarse en la vigilancia de su hijo, a quien habían dejado vagar más de la cuenta. La señora tenía una tienda de ropa y su hijo mayor un puesto de periódico, negocios en los cuales emplearían al joven Jesse para que no perdiera el tiempo. A pesar de los horribles crímenes de que se había acusado a Pomeroy, la Policía consideraba que no se debía ser muy duro y por mucho tiempo contra el chico, y que se le debía dar una oportunidad de redimirse. A ninguna autoridad se le ocurrió informar a nadie en la comunidad dónde vivía Pomeroy o que éste había sido liberado. La gente vivía bajo la creencia de que “el sádico bribón del ojo blanco” estaría bien guardado por varios años.
No pasaron ni dos meses en libertad. Pomeroy atacó cuando la oportunidad se presentó a la puerta de la tienda de su mamá. El 18 de Marzo de 1874, muy temprano Jesse efectuaba la limpieza y platicaba con un empleado de apellido Kohr, de la misma edad que Pomeroy, cuando llegó la niña Katie Curran a preguntar por un cuaderno de notas. La chica explicó que tenía un nuevo profesor y deseaba un cuaderno nuevo. Para su desgracia la primera tienda que había visitado no tenía ya la mercancía solicitada. Inmediatamente Pomeroy urdió una treta para tener a la jovencita. Dijo que quedaba un cuaderno pero manchado de tinta y que había que buscarlo dentro de la tienda, entonces mandó al ayudante Kohr con el carnicero a conseguir comida para las mascotas, dejando libre el camino para sus obscuros deseos. La inocente chica siguió a Pomeroy a unas escaleras que daban a un especie de sótano en el edificio, confiada en la explicación de que abajo también tenían una tienda. Solo al final pudo darse cuenta que había sido engañada, pero era demasiado tarde. Fue sometida velozmente por Pomeroy, quien con su navaja de bolsillo la degolló brutalmente. Cuando el cuerpo fue descubierto, su avanzado estado de descomposición hizo muy difícil conocer el grado de daños que había recibido. Después de asesinar a la pequeña Katie, Pomeroy se lavó la sangre y regresó al puesto a seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido. El cadáver permaneció donde lo había dejado sin que nadie notara nada extraño hasta que la Policía fue a rescatarlo.
La madre de Katie Curran comenzó a buscarla a la hora que la niña había salido de su casa. Su búsqueda resultó infructuosa y con escasa cooperación de la Policía, quienes en todo momento evitaron incriminar a Jesse Pomeroy en la desaparición de Katie, a pesar de la declaración del ayudante Kohr y del turbio pasado reciente del sádico bribón. Luego apareció un testigo que aseguró haber visto cómo Katie Curran había sido introducida a un vagón de tren, entonces la Policía determinó que se trataba de un secuestro y el caso quedó congelado.
La sed de sangre de Pomeroy estaba lejos de terminarse tras el crimen contra Katie Curran, poco después seguía en lo mismo, en busca de algún ingenuo chico a quien engañar con la promesa de dinero, dulces o lo que fuera para llevarlo a un sitio apartado donde asaltarlo. Y tal iba a ser el destino del chico Harry Field, a quien le prometió unos centavos por llevarlo a una calle que dijo no saber cómo llegar a ella. Una vez que dieron con el lugar, Pomeroy se tornó violento y amenazó al chico con matarlo si gritaba. Para la enorme fortuna de Harry, ocurrió que, cuando iban por la calle, un rapazuelo vecino de Pomeroy apareció en el camino y comenzaron a gritarse de un lado de la calle a otro, ese momento fue aprovechado por Harry para huir corriendo y no parar hasta llegar a su casa.

 

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